En nuestros sistemas hablamos de Creer para Ver.
Confiar en que se puede vivir con más calma y claridad para que vayan llegando esos resultados.
Pero el otro día, hablando con un cliente, encontramos una vuelta de tuerca.
Me contaba que había avanzado mucho, que había comprendido a fondo el “malentendido», que estaba agradecido por haberse dado cuenta de muchos trucos mentales.
También decía que todavía había ocasiones en que su cuerpo se sobre-activaba.
Nada que ver con antes, pero en ocasiones, sobretodo cuando estaba cansado o estresado, se seguía asustando hace ciertos pensamientos o sensaciones (o pensamientos sobre las sensaciones).
“Es normal, el cuerpo puede tardar un poco más en comprender lo que sabes racionalmente. Es como un perro, o un niño, que aunque le digas muchas veces que una experiencia es segura, necesita pruebas más allá de las palabras. Podemos seguir educando al cerebro físico a que genere calma de forma cada vez más automática”.
“Osea que el cuerpo también necesita Ver Para Creer”.
Sí, una parte de nuestro cerebro, la reptiliana, sigue conectada al instinto de supervivencia.
Y le puede costar más integrar los nuevos hábitos calmantes.
Así, que Creer para Ver y Ver Para Creer son dos actitudes claves en tu proceso.
Lo que hacemos es facilitar que tu organismo tienda al equilibrio con cada vez menos esfuerzo.
Por eso no sólo hay que leer, leer y leer, sino generar experiencias que generen el cambio completo, para que el cuerpo sepa, con su lenguaje, que puede soltar el control y confiar desde las entrañas.
Vamos a por el 2020.
Un abrazo,
– Rocío
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