“No podía oír los hielos chocando en el vaso. Ese cling cling me mataba…”.
Hasta que consiguió des-asociarlo a todo lo que venía después.
Trabajé con un grupo de personas con alcoholismo y comentaban lo que les “disparaba” las ganas de consumir.
Exploramos qué olores, sonidos e imágenes precedían esa sensación corporal de creer que necesitaban beber. Sensación seguida de palabras como “necesito una copa” y una imagen de una copa. Que aumentaban la sensación corporal…
Así funciona el cerebro.
Por procesos o cadenas de imágenes, sonidos, sensaciones.
O te dejas llevar por ellos, a merced de los automatismos cerebrales, o empiezas a girar el timón hacia dónde quieres.
De ahí la importancia de desarrollar conciencia.
Cuando uno de repente tiene ganas de comer algo delicioso (y poco sano), posiblemente es porque haya aparecido una imagen de un pastel. O un olor al pasar por la pastelería.
Que generan la sensación de urgencia por engullirlo.
Darse cuenta de eso es clave para iniciar el cambio.
El estado de ansiar no suele aparecer porque sí.
Una imagen o escena, un sonido o palabra, una sensación que etiquetas como algo…
Si no te haces consciente del proceso, éste se va alimentando de otras escenas, frases, sensaciones.
De eso está hecha “la ansiedad”.
La propia palabra puede llevarte a otras escenas, frases, sensaciones.
Te animo a explorarlo estos días.
Un abrazo,
-Rocío
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