Estábamos en la piscina y mi hija localiza una avispa en el agua.
“¡Sigue viva! Mira cómo mueve las patitas. Vamos a sacarla.”
Sale y coge una hoja para el rescate.
“Cuidado que no te pique, Jimena”
“No, porque como la voy a salvar, no me va a picar” Dice sonriendo.
¡Ajá!
Malentendido.
“Sí, te puede picar, es una avispa y es lo que hace, no la podemos culpar”.
Recordé un cuento que puede que conozcas.
Una rana ayuda a un escorpión a cruzar al otro lado del río, prometiendo no hacerla daño.
Al final, y tras atacarla, le dice algo como, “lo siento ranita, no he podido evitarlo, no puedo dejar de ser quien soy, ni actuar en contra de mi naturaleza, de mi costumbre y de otra forma distinta a como he aprendido a comportarme.”
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Haz lo que tengas que hacer, pero no esperes que los demás actúen como tú esperas que actúen.
Cada uno va con su mapa del mundo, de cómo son las cosas y de lo que importa y lo que no.
No ganamos nada culpándoles, ni salvándoles esperando una recompensa externa que no llega.
El reino humano no es muy distinto del reino animal.
Por eso es importante aprender a detectar a los lobos, escorpiones y avispas.
Y a relacionarlos con ellos conociendo su naturaleza.
No son malos o buenos.
A cada uno, lo suyo.
Manteniendo tus valores pero recordando que no son universales.
Un abrazo,
– Rocío
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