Cuando vas al psicólogo te sientas delante de un humanito.
Con sus miedos, sus creencias y valores.
Busca que esté trabajado.
Porque sin querer puede estar proyectando sus miserias.
Ojito.
Recuerdo hace unos años, cómo una profesora nos contaba el caso de un paciente con TOC.
El hombre tenía obsesiones religiosas.
Temía pensar en Jesús, la Virgen o Dios, los imaginaba en actos «impuros» y eso le generaba un gran malestar.
Cuál fue mi sorpresa cuando esta profesora en lugar de ceñirse a lo psicológico empezó a juzgar las creencias de su paciente.
«Jajajaja, eso es lo que tiene la religión», reía con desprecio camuflado.
Por supuesto tirando del hilo supe que ella había tenido una infancia plagada de miedos y culpas… mala experiencia en un colegio de monjas… su madre, muy religiosa, dejó de hablarla por haber abortado.
Etc.
Ok, puedes ayudar a tu paciente a conectar con el dolor que haya podido producirle su educación.
Ok, puedes ayudarle a ser más racional y a encontrar la utilidad de sus creencias.
Pero, terapeuta, por favor:
1º Respeta. Como si cree que su gato es la reencarnación de su bisabuelo. Respeto. (Si detectas cualquier falta de respeto o incredulidad, sal corriendo.)
2º Trabaja tu trauma. No uses a tu paciente para sanar tu dolor. (Si te cuenta sus problemas, llora contigo o te da opiniones que te chirrían, sal corriendo).
Hay en medicina un precepto básico:
Primum non nocere
Lo primero es no hacer daño.
En psicología se refiere a este tipo de daños.
Matizo:
En cualquier transacción humana, depositas algo de ti. Es inevitable. Hasta los silencios psicoanalíticos están dando información personal.
Pero si detectas que el médico, psicólogo, terapeuta, cura o consejero están metiéndose donde no les llaman, protégete.
Fíate de tu intuición.
Un abrazo,
– Rocío
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