El pequeño Simba huye, aterrorizado.
Se aleja de su manada y encuentra un refugio donde esconderse.
Con los años, y con la ayuda de Timón y Pumba, Simba se acomoda en su refugio y consigue vivir tranquilo.
Sin problemas.
Con el miedo dormido.
Un día aparece Nala, su amiga de la infancia, contándole que Scar ha destrozado su reino.
No quedan agua ni comida.
Las hienas han tomado el control.
Simba reacciona. Se despierta su instinto.
Todo se revuelve con fuerza en su interior.
El miedo, la culpa, le sacan de su estado de anestesia.
Empieza a dudar de si podrá volver a ser el hijo del Rey.
De si podrá luchar, cazar y salvar a los suyos.
Rafiki le anima a que crea en él. Confía en él.
Simba se acerca al lago, se asoma y ve su propio reflejo. Las aguas se agitan y el reflejo se va transformando en la imagen de su padre, el Rey Mufasa.
– Simba… me has olvidado.
– ¡No! ¡Eso nunca!
– Olvidaste quién eres, y así me olvidaste a mí. Ve en tu interior, Simba. Eres más de lo que eres ahora. Toma tu lugar en el ciclo de la vida.
– ¿Cómo puedo regresar? No soy el mismo de antes…
– Recuerda quién eres… tú eres mi hijo, el rey verdadero … recuerda quién eres…
Recuerda quién eres.
La ansiedad te convierte – temporalmente – en una versión distorsionada de ti. Lo tienes todo ya, pero no lo ves. No accedes a ello.
Simba era un león fuerte, pero lo había olvidado.
Recuerda quién eres.
Te mando un fuerte abrazo y mis mejores deseos para el 2017.
– Rocío.