Cuando conectas con el aprendizaje como forma de vida, sucede algo mágico.
Te empieza a gustar que te pasen cosas que etiquetabas como “malas” o “problemáticas”.
Sí, sí, llegas incluso a disfrutar.
“Dame más”, le pides a la vida.
Cuando te emociona avanzar hacia la claridad y la confianza, más lento o más deprisa, das la bienvenida a cualquier experiencia.
Aceptas que cada día es tu punto de partida y que jamás puede haber retrocesos, ni recaídas.
Sólo puede haber evolución.
Cuando te aceptas incondicionalmente, con tu completa humanidad, desaparece una «losa» imaginaria.
Una «losa» que siempre fue imaginada, y que tu pensar convertía en una experiencia sentida.
Puedes sentir vergüenza, miedo, rabia, y demás sensaciones no muy cómodas, pero al saber que te están señalando alguna ilusión, agradeces.
Así que esa es mi propuesta.
Que sintonices con la frecuencia del aprender.
Del perfeccionar tu imperfección innata.
De “desperfeccionarte”, como dice Víctor, un cliente de Más Meta.
Mira, hasta el último de nuestros días nos va a quedar algo por saber y ejercitar.
El ego no puede quedarse sin trabajo.
Cuenta con ello, y manos a la obra.
Un abrazo,
Rocío
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