Ante la epidemia del COVID-19, se está aconsejando continuamente que no tengamos miedo. Pero estos días el miedo nos está ayudando especialmente.
De hecho, lo desatendimos, y no se tomaron las medidas preventivas a tiempo. Sentir miedo puede ser normal, sano y tremendamente útil en este tipo de crisis. No tratemos de controlarlo.Tampoco nos culpemos por sentirlo. En cambio, podemos hacer que nos ayude, que nos proteja, y sobretodo que no se convierta en una ansiedad que desgasta y paraliza.
El miedo es un sistema innato de alerta que nos permite enfrentarnos a peligros reales. Nos permite acceder a un nivel superior de concentración y rendimiento físico. El problema surge cuando el miedo se convierte en ansiedad. Cuando se teme lo que no hay por qué temer. Cuando se proyectan amenazas donde no las hay.
El miedo es como la luz roja del coche que nos avisa de que no queda combustible.Al reconocer la luz encendida, paramos a reponer gasolina y luego seguimos hacia delante. Si no se activara esa luz, nos quedaríamos tirados a mitad de camino. Por otro lado, la ansiedad es esa misma luz roja, pero en el momento equivocado. Es una (falsa) alarma que se enciende cuando, en realidad, tenemos combustible de sobra.
Es importante que honremos al miedo en estos días de amenaza. Porque nos está protegiendo y ayudando a despertar ciertos recursos psicológicos como el coraje y la solidaridad. Pero casi más importante es aprender los malentendidos sobre la ansiedad y cómo evitarla.
La ansiedad es una ilusión psicológica. Un inocente malentendido producido por nuestra mente. Puede parecer que estamos sintiendo una amenaza inmediata como “la muerte”, porque la sensación de estrés es intensa. Pero esa sensación no nos está informando de nuestra muerte. En realidad nos está informando sobre un pensamiento no reconocido como tal. Un pensamiento sobre la muerte, no la muerte en sí misma. La ansiedad que uno pueda estar sintiendo no proviene del virus, ni tampoco de “la muerte” o “el futuro». Proviene de nuestro pensar tomando forma ahora mismo. Es decir, la sensación de ansiedad está generada por una serie de imágenes y diálogos mentales que imaginamos. Esto es lo que necesitamos reconocer para evitar paralizarnos ante este gran reto.
Si la persona no comprende este malentendido de base, no servirán de mucho las técnicas como “respirar profundo” o “pensar en positivo”, porque seguirá sin reconocer la falsa alarma que está experimentando. Por ejemplo, uno siente una sensación en la garganta e inmediatamente piensa en el virus. Si no reconoce que solo está pensando, creerá que literalmente está sintiendo una “muerte”. Pero únicamente está creyendo que “le falta gasolina”, cuando en realidad, ahora mismo, no necesita repostar. Ante esta verdad, muchas personas me objetan:“ya, pero podría pasar”.Y yo les contesto:“ya, pero no está pasando ahora mismo”. Puedes prepararte a través de seguir las recomendaciones oficiales. Pero si te preocupas en exceso por lo que no está pasando ahora, puedes debilitar tus recursos psicológicos, tan necesarios en este momento.
Cada vez que empieces a sentir ansiedad porque has notado una sensación supuestamente “peligrosa”, recuerda que no estás sintiendo una amenaza real, sino una sensación que etiquetas como “amenaza”. En ese momento tienes la oportunidad de reconocer las películas que esté proyectando tu mente. Las películas mentales son el origen de la ansiedad, no las supuestas amenazas sin confirmar. Entonces debemos seguir tomando las acciones recomendadas por las autoridades sanitarias. Pero poco más podemos hacer para evitar los peligros reales.
El miedo nos protege del peligro. La ansiedad nos despista del objetivo. Por lo tanto, recomiendo que nos centremos en dos acciones. Primero aceptar la situación.Y segundo, utilizarla como una oportunidad para sacar lo mejor de nosotros como humanidad. Una vez asumidas las medidas de aislamiento y prevención, el reto está en gestionar nuestra mente. 5 consejos para evitar multiplicar la ansiedad:
1. Reconoce el malentendido de ansiedad. Cuando sientas estrés sin una razón verídica de peligro real, interpreta esa sensación como una falsa alarma. Utiliza la sensación de ansiedad como signo de que te has perdido durante un rato en películas mentales catastróficas.Toma conciencia del pensar, momento a momento. Reconoce que la sensación proviene por haber estado pensando en peligros, no por estar en peligro en este instante. Aunque pueda parecerlo, la preocupación crónica no nos protege mejor, sino que nos despista y paraliza.
2. No rechaces el miedo. El coraje no significa actuar sin ningún miedo. El coraje significa actuar a pesar de sentir miedo. Recuerda que temer, en su cierta medida, nos ayuda a reaccionar con mayor concentración y rendimiento frente a peligros reales. Date permiso para sentirlo y no te culpes. Las personas más valientes también sienten miedo ante el peligro. Honra el miedo como un aliado básico.Y entonces podrás transformarlo con más facilidad en coraje y valentía.
3. Más información no tiene por qué significar más seguridad. Es probable que estés igual de a salvo si únicamente revisas las noticias tres veces al día, en lugar de tres veces cada hora. Para evitar fomentar el exceso de pensamiento y ansiedad, revisa las fuentes de información confiables por la mañana, después de comer y por la noche.A menos que realmente lo necesites a nivel práctico, lo único que hará será preocuparte más.
4. Mantén el dormitorio como zona libre de dispositivos y de información sobre el coronavirus. Es importante que nuestro cerebro asocie el dormitorio con el descanso. El sueño es fundamental para la salud física y mental. Sin el descanso adecuado, será mucho más difícil gestionar el estrés. Lo más importante para optimizar el sueño es, por un lado, evitar los dispositivos y las luces una o dos horas antes de la cama, y por otro lado, procurar mantener una rutina habitual de sueño.
5. Gestiona el conflicto, no intentes eliminarlo. En momentos de crisis, el conflicto es inevitable. Pretender negarlo y eliminarlo únicamente lo alimenta. Para gestionarlo mejor, reúne a las personas con las que convives para llegar a acuerdos: qué horarios vais a tratar de mantener, reparto de tareas, tiempos de descanso, etc. Si en algún momento te pueden los nervios y hablas mal a alguien que quieres, cuando se te pase pídele perdón. Igualmente no te culpes si te pones nervioso. Nadie es perfecto.Y mucho menos en este tipo de crisis. Usemos esta situación para mejorar nuestras habilidades de comunicación. Estamos ante una oportunidad para conocernos mejor a nosotros mismos y a los demás.