“No sé si me afectó o me he forzado a que me afectara, porque… ¡se supone que TIENE que afectarme!”.
Esto me decía una cliente sobre un abuso de su vecino cuando era pequeña.
¿Hasta qué punto se sintió una víctima porque «se supone» que era una víctima?
Hay creencias que compramos y que no tienen por qué encajar con nuestra experiencia.
Hoy hablaba con el Dr. Arturo Goicoechea (entrevista en mi YouTube) del poder que ejerce la cultura sobre nosotros.
Igual que cuando a alguien le dan un diagnóstico de “migraña”… ya entra en todo un mundo de asociaciones, etiquetas, identidades y anticipaciones que profundizan el problema.
Si “tengo migraña”, sé lo que me espera.
Y quizás mi cerebro vaya a crear mucho de lo que viviré. Se hace una historia y una serie de predicciones, generalmente catastróficas.
Exactamente igual que cuando a uno le diagnostican “trastorno de ansiedad” o “trastorno de personalidad”.
El diagnóstico por un lado parece que libera, pero tiende a encadenar.
Ayer vino un cliente nuevo.
Estaba entusiasmado por comprender por fin lo que estaba viviendo.
Ansiedad, y cómo se crea.
Pero le animé a que cada vez que sintiera “ansiedad” no se dijera “es sólo ansiedad”, tal y como venía haciendo, sino “percibiendo tensión en el pecho”, “saboreando boca seca”, “notando que el corazón algo más acelerado”.
Porque la etiqueta “ansiedad” no es la sensación, sino una invención abstracta que sirve de muy poco. porque congela una experiencia que es un proceso.
Simplemente nota, escucha y observa.
Sin más etiquetas abstractas.
Sin historias macabras alrededor.
Eso tiende a despistar más.
Contempla los procesos, para digerir tus vivencias.
Un abrazo,
Rocío