“Estoy cerrada a los hombres”.
Eso me decía ayer una cliente, un año después de su divorcio.
“Le he dado muchas vueltas y no sabía si cerrarme o no, pero creo que ahora no me apetece conocer a nadie. Pero claro, no sé si es por miedo a ser vulnerable, a que me hagan daño y sí que me apetece y lo estoy reprimiendo, o si realmente no quiero…”.
Así 5 minutos divagando en la consulta.
Cientos de horas en su casa.
“Muy bien. Es lógico que pienses sobre ello, pero date cuenta de que ese discurso es innecesario. Quiero decir, parece que tienes la necesidad de cerrar mentalmente una decisión para sentirte más tranquila. Aunque lo pueda parecer, no hace falta que elabores un plan mental”.
No es lo mismo planear tus comidas o tu semana de trabajo que planear las emociones.
Muchos de mis clientes temen sentir, y se han acostumbrado a tratar de controlarlo a través del pensar.
No consiguen nada más que seguir temiendo.
Y alejarse cada vez más de la experiencia que momento a momento experimentan.
El reto está en saber dónde estás momento a momento.
Sin pretender anticipar lo que no tienes idea de lo que va a pasar.
Confiar en que sucederá lo que tenga que suceder si te mantienes despierto.
Confiar en que si trabajas en ti, tu propio organismo te irá guiando hacia las mejores decisiones.
Sin necesidad de pensar y pensar y pensar.
Ayer planeaba cómo darle una noticia a alguien. Y recordaba que, cuando tuviera enfrente a esa persona, con otra energía, con su cuerpo delante, con otras emociones que las que estaba prediciendo, diría cosas totalmente distintas a las que estaba fabulando en mi mente.
Eso está bien.
Uno puede planear, sabiendo que sólo son hipótesis, sólo son pensamientos.
Sabiendo que luego la realidad se impone.
De verdad, conocer tu mente te ayuda a vivir de una forma mucho más serena y alineada.
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– Rocío