Tuve un paciente muy simpático. Tendría unos 25-27 años.
Trabajaba en la empresa de mudanzas de su padre.
Llegó a mi consulta un poco forzado por su familia.
Tenía ansiedad, sí, pero un poco particular.
Estaba convencido de que había inventado la canción del verano y que se la habían robado.
Un trastorno delirante de libro.
Te aseguro que él no la había inventado.
Ni idea de música.
Sostenía que le habían leído la mente, con eso te digo todo.
Quizás tenía algún conflicto no resuelto con uno de sus hermanos y le dio por ahí. El delirio suele tener su función.
La cosa es que él no ponía en duda su teoría.
Su ansiedad venía de no estar cobrando por su creación. Se sentía explotado, engañado, injustamente tratado.
Empezó a tomar antipsicóticos y trabajamos su sistema familiar. Está estupendo.
Cuando alguien me pregunta si está perdiendo la cabeza por sus ideas ansiosas, le cuento este tipo de casos reales.
La persona que «pierde la cabeza», es decir que pierde contacto con la realidad, no se da cuenta. La gente a su alrededor se lo dice. Eso no hace más que reforzar su teoría («están compinchados con la discográfica»).
Cuando se activa el sistema ansioso, efectivamente nos hace perder de alguna manera el contacto con la realidad, porque nos hace creer películas del futuro que realmente no existen.
Pero verás que la relación con los pensamientos es otra.
El que tiene un trastorno delirante está encantado con su idea. O le hace sufrir, pero no la pone en duda.
¿Sabes qué? Los pensamientos ansiosos sólo te cuentan que todo está bien. La ansiedad significa que no hay peligro. Porque cuando las cosas están realmente mal, no te da tiempo a pensar. Actúas. Pones en marcha lo que tienes que poner en marcha y punto. Me alegré de que una cliente con miedo a conducir lo retomara un día de ventisca. Tenía que estar tan enfocada en mantener el coche estable que no tuvo un sólo pensamiento fuera de ahí.
Vamos a tratar de tener la seguridad de que todo está bien sin necesidad de tanto pensar, ¿ok?
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Un abrazo,
– Rocío