Observar a un bebé te puede crear más calma y serenidad que cualquier pastilla.
El otro día mi hija de 3 meses me inspiró para explicarte otra forma de comprender la ansiedad.
Catalina lloraba porque tenía hambre. Se fue calmando al comer. ¿Qué haría la pobre si no pudiera avisarme a través de sus lloros? Sentí cómo mi pecho se llenaba de compasión.
Me paré a pensar en el milagro de la naturaleza, y en cómo sobrevivimos gracias a nuestros mecanismos innatos. Una genialidad de diseño.
Cuando un bebé tiene hambre, dolor o está incómodo no puede resolverlo directamente. Necesita un mecanismo que avise a los adultos de que nos necesita. Por eso llora o grita, para comunicarnos que necesita que actuemos, que resolvamos su necesidad. Depende 100% de nuestra escucha.
Antes de tener hambre, el bebé se mueve inquieto, ladea la cabecita, se chupa la mano… Si no nos damos cuenta, entonces llora.
El lloro es su último recurso.
Esa señal nos provoca una sensación incómoda y desagradable (sobretodo cuando es intenso y duradero), para captar nuestra atención y que le hagamos caso.
Cuanto mejor conoces al bebé, mejor sabes lo que está queriendo decir.
La ansiedad funciona igual.
Es normal que si has estado viviendo con ansiedad intensa y/o duradera la sientas como tu peor enemigo. Pero es sólo un bebé llorando y gritando para avisarte de que te necesita.
Si ignoras al bebé, gritará y llorará más fuerte. Si lo que tiene es hambre pero le cambias el pañal, seguirá quejándose.
Un bebé llora y grita para comunicarse contigo.
La ansiedad llora y grita para comunicarse contigo.
Necesitas parar a descubrir lo que la ansiedad te está diciendo.
Sólo así podrás hacer que deje de llorar y gritar.
En mi sistema aprendes a sintonizar con tus mecanismos innatos de alarma para poder así desactivarlos.
Conecta con tu bebé hambriento en: hermanoslacasa.com/sistemas/