Hay un perfil de personas que se sienten atraídas por el miedo.
Son adictos al miedo.
Podrían haber sido adictos al juego, al alcohol o a cualquier otra cosa, pero canalizan su obsesión hacia la relación con la adrenalina.
Les pasa a algunos deportistas extremos.
Como es deporte, y es supuestamente sano, no se les juzga, pero se juegan la vida como si jugaran a la ruleta rusa.
Los que acaban teniendo accidentes, incluso los que pierden la vida, suelen haber sobrepasado un límite:
Perdieron el respeto al miedo.
Perdieron el respeto a la Naturaleza y sus leyes.
Ignoran las señales de miedo o quieren sentirlas más intensamente y desafían su destino.
También les sucede a algunos toreros.
Algo de ventaja tienen frente al toro, pero no pueden perder de vista al animal y su poder.
Ayer leí una entrevista a 20 toreros.
«Mantienen un romance eterno con el miedo», decía.
Todos afirman sentir miedo «al de las patas negras», y eso les ayuda a mantener el respeto.
El que lo pierde, está vendido.
Ver a José Tomás en la Plaza es un auténtico espectáculo, como un Circo Romano, porque arriesga.
«Cada día siento más miedo, porque cada día paso los toros más cerca», dice.
Amante del riesgo.
Los amantes tienen algo de locos, ¿no?
El miedo es un absoluto aliado que nos ha traído hasta aquí. Hay que honrarlo y respetarlo. Los animales también lo sienten, y eso les hace inteligentes.
La ansiedad es un sucedáneo más elaborado. Ya entra en juego la mente humana y su habilidad para futurizar.
Nuestro objetivo es que mantener el miedo auténtico que nos salva y cuida, y quitar las capas más superficiales, no tan útiles.
El miedo es compacto. La ansiedad es frágil.
El miedo necesita coraje. La ansiedad necesita confianza.
Si quieres conectar con tus recursos naturales para desprenderte de la ansiedad visítame haciendo clic aquí
Un saludo,
Rocío Lacasa