Una clienta tuvo hace unos días un episodio tenso con su nuera.
No asistió a un evento familiar, bloqueada por la ansiedad, y la nuera se molestó mucho.
Lo personalizó y se montó una buena.
Mi clienta, sintiéndose culpable, se disculpó. Usó un mensaje porque no respondían sus llamadas.
«Mira, Lucía, estoy pasando una mala etapa por la ansiedad. Me han diagnosticado ansiedad y pánico, y a veces mi comportamiento puede llevar a confusión. En ningún momento quise haceros daño, de hecho, tenía mucha ilusión por compartir ese día con vosotros, pero todavía hay situaciones que me superan. Es como si no fuera yo misma. Estoy trabajando en ello, aprendiendo y poniéndome retos cada día, pero en esta ocasión la ansiedad, el miedo, me superó. Te pido perdón y ojalá puedas comprenderme. Si quieres te mando información del programa que estoy haciendo, es muy interesante. Gracias. Mañana nos vemos.»
Respuesta.
«Claro que te comprendo, y te apoyo, pero no puedo dejar de sentirme dolida. No sé qué debió de pensar la gente, tuve que decir que estabas enferma. Ahora entiendo muchas cosas. Entiendo por qué tienes que meterte en nuestros temas y exigirle a Pablo que te haga caso, por tu condición. Entiendo que seas así con los niños, que muchas veces nos digas que no puedes cuidarles, me imagino que inventas excusas porque te da vergüenza decir que es porque tienes ansiedad. Espero que valores mi paciencia…»
Ehhhh, para, para, para.
La nuera está confundiendo términos.
La ansiedad no tiene nada que ver con tu identidad.
Que nadie aproveche la tesitura y use un diagnóstico para encasillarte.
A veces, cuando te abres con algunas personas, compartiendo tus miedos y tu proceso, sin darse cuenta etiquetan y meten todo en el mismo saco.
Aquí, por ejemplo.
Si mi clienta dice que no puede cuidar a los niños algún día no es por la ansiedad, es porque se lo piden día no y día también. Y está bien poner límites.
Si le pide a su hijo que le haga más caso, es porque el hijo es despreocupado y su madre, de forma sana y asertiva, le pide mimos y atención.
Si es como es, no es por la ansiedad, que efectivamente en ocasiones la limita, pero en otras muchas no.
No dejes que nadie te etiquete, te victimice, te juzgue, te sobreproteja o te culpe.
No lo hagas tú, para empezar.
Eso es lo primerito.
Tener clarísimo cómo tratarte para mostrar a los demás cómo esperas que te traten.
No te identifiques con la ansiedad ni con los pensamientos o conductas que puede llevarte a tener.
Tú eres mucho más que es eso.
(Otra obviedad de las mías pero que uno suele olvidar.)
Toma responsabilidad, eso siempre.
En este caso mi clienta, con mucha amabilidad, le dijo que no mezclara churros con merinas.
Y así, irán mejorando sus dinámicas familiares, aprendiendo a convivir con respeto y conocimiento. Hablando se entiende la gente.
Como te decía ayer, la recuperación es un sistema con piezas que se necesitan para que la calma emerja. Una de ellas, tratarte con compasión, responsabilidad y claridad mental. Sin culpas ni castigos. Te cuento cómo descubrir tu guía interno pulsando aquí
Un abrazo,
– Rocío