Ayer en casa jugamos a MicroFicción.
Inventar cuentos tristes con tres palabras.
Muy de domingo.
Ganó mi padre con “No podemos bailar”.
Estuvimos riéndonos, por la entonación que le daba.
Me acordé del conocido cuento corto de Hemingway (adjudicado a).
“A la venta. Zapatos de bebé. Nunca usados”.
Estimula la imaginación del lector. Esa es la especialidad de Hemingway, con su “Teoría del Iceberg”. Según ésta, un relato puede transmitir mucho más de lo que está escrito en él. Como un iceberg, que sólo asoma la punta de su cuerpo. Lo restante cuenta con la imaginación del lector para manifestarse. Aunque a simple vista, no se vea, sí se observa.
Lo que asoma, sugiere.
Hemingway trata de eliminar todo lo innecesario, todo lo que no contribuya a generar un efecto en el lector.
(He de decir que la mayoría de traducciones al español son pésimas porque no le respetaron y añaden cosas para que el lector, considerado tonto, no tenga que intuir ni pensar tanto. Dicen que si has leído a H en español, no has leído a H).
En fin. Que no basta con dejar cosas fuera. Se dejan fuera, pero conociéndolas.
El autor conoce cada parte de la trama, cada personaje y su intención comunicativa. Sabe todas las posibles preguntas y respuestas sobre su historia. Esto dota de realismo y profundidad a la obra.
Si escribo un relato en el que el protagonista va a un bar, me sé la vida del camarero, tengo un perfil para él, sé si está casado o soltero, si tuvo una depresión, si su padre fue a la guerra… pero no hace falta que lo cuente. Conozco el pasado de cada uno, pero sobra profundizar sobre ello ahora.
En cine se llama “fuera de campo”. Algo no es registrado por la cámara, pero se intuye.
¿Por qué te cuento este rollo?
Porque es aplicable a lo que nos une aquí.
Primero: en nuestros sistemas, tratamos de compartir lo estrictamente necesario. Fuera paja, que sólo distrae, hace perder el tiempo, sobreprotege, entontece o confunde. Sabemos lo que hay debajo, pero preferimos que la persona haga el trabajo de despertar y conectar con su propia experiencia.
Nosotros te enseñamos a pescar por tí mismo.
Otros venden peces, en forma de producto milagro.
Segundo: dejemos de mirar al síntoma, porque sólo es la punta del iceberg.
Lo que asoma, sugiere.
El síntoma sugiere un malentendido psicológico de fondo.
Al explorarlo juntos, mi hermano, tú y yo… nos damos cuenta de algo nuevo.
Empiezas a comprender las pistas falsas que te mantuvieron ansioso.
Estaban delante de nosotros, como el truco de magia, porque aún no sabíamos cómo mirar.
La solución es simple (hace tiempo que dejamos de caer en la trampa de la complejidad)
Sólo hay que parar, echar un segundo vistazo y mirar más allá de las apariencias.
Abrazos,
– Rocío