Tu cerebro es puro, sencillo, predecible, moldeable.
Como un niño de 3 años.
Sólo hay que entrenarlo con paciencia, técnica y confianza.
El otro día cuando Jimena, mi hija mayor, me escuchó diciendo “nos vamos al médico” entró en pánico.
En general, su experiencia con el médico es positiva.
Se porta bien, le dan un caramelo y una pegatina, y luego se va a merendar con mamá.
Pero la última vez…. ay, la última vez.
Le pusieron una vacuna bastante potente. Nos tocó una enfermera un tanto desagradable, que la pinchó sin cuentos ni preámbulos.
Le dolió mucho y tuvo unos días reacción de fiebre y un brazo paralizado.
Yo tranquila, sabía que eso podía suceder, pero ella pasó lo suyo.
Toda una novedad en su corta vida.
El caso es que todas las experiencias positivas asociadas hasta ahora con el pediatra pasaron a mejor historia cuando lo asoció esta nueva experiencia “traumática”.
Tampoco quiero dramatizar, sabes… Pero entiende que para ella fue un ataque sin lógica.
Por mucho que le expliques que la vacuna es por su bien, te mira con ojitos como diciendo “¿por qué, mamá?”
Así que, después de esta historia, me la tuve que llevar de nuevo prometiéndole que no la iban a pinchar. Ella lloraba desconsolada “noooo, al médico nooooo”.
Salió feliz, repitiéndome varias veces que no la habían pinchado.
Por ahora ha vuelto a confiar.
El caso es que tengamos la edad que tengamos, nuestro cerebro funciona a veces como el de un niño de 3 años.
Va asociando experiencias con emociones y luego nos guía para alejarnos o acercarnos. Y lo que cambia esas asociaciones son nuevas experiencias que equilibren la balanza.
Si llevas un tiempo con ansiedad, es probable que tengas asociados lugares o situaciones con síntomas. Eso supone un montaje mental que te impide hacer lo que deseas.
Quieres, pero tu cerebro “no te deja”.
Te aconseja con fuerza que no lo hagas.
Y entras en conflicto.
En la recuperación de la ansiedad hay mucho de resolver conflictos.
Conflictos entre lo que temes y deseas, entre lo que sientes y piensas, entre lo que eres y lo que te has convertido.
¿Y sabes cuál es la mejor manera de resolver conflictos?
Conocer y comprender las partes. Es la única manera para que lleguen a acuerdos que impulsen tu recuperación.
Desbloqueas barreras y liberas una enrome tensión.
Todo empieza a fluir con facilidad.
Pásate por https://hermanoslacasa.com/sistemas/ y lo vemos con detalle
Un abrazo
– Rocío.