¿Qué sanar ni qué sanar?
Al niño hay que hacerle un HOMBRE.
Un adulto en su especie.
Sin fantasías, sin miedos infundados, sin caprichos infantiles.
Muchas veces cuando estamos en ansiedad, estamos demasiaaaado conectados con el Niño Interior. Con el niño que teme, que duda, que anhela. Sucede lo que se llama Age Regression (regresión de edad). Nos plantamos en pañales y con chupete frente a la vida.
Berreando por lo que no tenemos y asustados por el monstruo debajo de la cama.
No se trata de seguir dándole mimos, explicaciones y cogerle en brazos a ese Mini-Yo.
Esperando a que nos salven, nos dominen, nos digan y nos amamanten.
Al revés, se trata de buscar ahí dentro al Adulto Interior. El que tiene todo eso (la protección, la seguridad, el amor) por si mismo. El que se basta y se sobra para hacerse cargo.
El Adulto confía en la vida.
El Adulto confía en si mismo.
El Adulto está conectado y presente.
El Adulto experimenta, digiere y avanza.
La psicoterapia y también mis sistemas no son más que educación de adultos. ADULTOS, con mayúsculas.
Si una persona ha vivido con ansiedad una reunión con su jefe porque se ha sentido pequeñito e indefenso, con voz infantil, es un error llegar a casa y ponerse un audio del Niño Interior. Quizás le recordó cómo se sentía con su padre, y está bien que se dé cuenta. Pero sin ñoñerías que sólo le mantienen en los 4 años.
El enfoque es otorgarse una posición de PODER, que el niño no tiene ni tendrá.
Cierto es que muchas de nuestras ansiedades proceden de conflictos no resueltos en edades tempranas.
El apego, la urdimbre, Edipo, Electra, Síndrome de Caín…
Se revisa.
Se digiere.
Pero ya está.
Puedes darte momentos de profundo cariño, de amor y caricias incondicionales. Pero te los va a dar el Adulto, por eso es en el que conviene invertir.
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Un abrazo,
– Rocío Lacasa