Hoy vamos a probar una cosa muy sencilla.
Le vas a dar la orden a tu cerebro de que calme tu cuerpo.
Y punto.
Sin hacer nada más. Ni respiraciones, ni pensamientos positivos, ni lexatines, por supuesto.
Sólo una instrucción: «quiero que te calmes».
Lo haces concentrado en la instrucción, pero sólo una vez. Puedes cambiarla, pero que esté formulada en positivo y que sea clara y directa.
«Quiero que calmes mi cuerpo», «calma mi cuerpo», como quieras, siempre que sea lo que quieres, no lo que no quieres.
Cuando llamas al fontanero para que te arregle algo en casa, le dices «hola, quiero que me arregle esto».
No le dices «hola, no quiero que me lo estropee más».
¿No?
Sería un poco confuso para él. Lo mismo para tu fontanero interno, que tiene mucha tubería que arreglar. Decir «quiero que estés en calma» es mucho más efectivo que «no quiero que te estreses más» o «no quiero que sigas con ansiedad» o «no quiero que mi cuerpo esté tan nervioso o tenso».
Ok, claro que si eres un cachondo le puedes decir al fontanero «no quiero que esto siga roto». Pero es un poco como hablarle en indio. Demasiado indirecto, lo que es una pérdida de tiempo y fuerza.
Vamos a facilitarle el trabajo, por tu bien y por el suyo.
Y facilitarle al trabajo también implica dejarle trabajar en paz.
Imagina que después de decirle al fontanero lo que quieres, te pusieras detrás de él y empezaras a decirle:
«¿Y por qué haces eso?
¿Pero por qué mejor no tocas ahí?
Le estás dando muy fuerte, cuidado no lo rompas.
¿Te paso alguna herramienta, dónde están?
Ay, ¡se me ha caído, perdona!»
El fontanero cada vez más agobiado y distraído de lo que le has encargado hacer.
Si sigues así, se enfada y se va.
El cacharro queda como estaba o peor.
Tu cerebro es una máquina de resolver problemas y actuar hacia objetivos.
Hay cosas que hace solo, sin que tengas que ponerle energía extra en forma de preocupación.
Así sólo le pones más nervioso.
Dale a tu cerebro la confianza que necesita y deja que haga su trabajo, sin entrometerte. Puedes creer que eso es demasiado sencillo, pero ahí es donde reside el secreto. No necesita más.
Necesita recibir el mensaje de que le respetas y que te puedes fiar de él, aunque en el pasado se haya equivocado.
Sólo dile lo que quieres.
Y cállate.
A veces poner más esfuerzo en conseguir algo es lo que precisamente te impide alcanzarlo. La ansiedad se alimenta de tensión, de fechas límites, de exigencias… Te cuento cómo facilitarle el trabajo en mis sistemas que puedes ver pulsando aquí
Un saludo,
Rocío Lacasa