Mi hermano y yo llevamos un tiempo yendo a una Escuela de Voz (para traerte audios y vídeos cada vez más transformadores).
Timbre, volumen, ritmo, brillo, dicción, pasar de vocal a consonante, cómo respirar y no respirar, cómo hacer un buen triptongo…
¡Cuántas cosas no sabía que no sabía!
Una de las que más me ha impactado es la siguiente:
Cometer fallos es señal de que estás progresando.
Cuando estás aprendiendo un nuevo hábito, el proceso no siempre es lineal.
Por ejemplo, yo tenía un automatismo de terminar las frases casi siempre de la misma manera (no me había dado cuenta).
Vale, una vez detectado, poco a poco estaba consiguiendo cambiarlo.
Me salía bien una vez, dos veces mal, tres bien, dos mal, cuatro bien, una mal… Progresando adecuadamente.
Con la práctica, conseguí automatizar mi “nueva forma de terminar las frases”. Ya me salía solo, sin necesidad de pensar en ello.
Bien, bien, bien.
Pero de repente, de un día para otro, el antiguo patrón volvió.
Me resultaba IMPOSIBLE aplicar lo que había aprendido.
Me sentí momentáneamente frustrada, incluso un poco inútil.
¡¿Qué está pasando?!
Pues estaba pasando lo que tenía que pasar.
La profesora me explicaba que, cuando estás a punto de fijar un nuevo hábito, el cerebro crea un paso previo. Lo que llamamos…
La antesala del cambio.
Antes de generar el cambio definitivo, el cerebro se dedica a ejecutar tu patrón antiguo para poder terminar de soltarlo. Es como si el cerebro lo despertara para poder “expulsarlo” definitivamente.
Una especie de despedida 😉
Gracias a esa explicación, pude interpretar el aparente retroceso como un gran avance.
Me mantuve practicando y…
… ¡voilá!, el hábito ya es MÍO.
Si lo hubiera interpretado como una señal de que no estaba sirviendo de nada la práctica, de que para mí era imposible cambiar, imposible superar un antiguo vicio, probablemente habría desistido.
Enseguida conecté este nuevo aprendizaje con otras áreas de la experiencia humana.
Porque lo mismo sucede cuando estamos, por ejemplo, superando una vivencia dolorosa.
Parece que con el tiempo nos va afectando menos, y de repente, un buen día, se vuelven a presentar imágenes, ideas, sensaciones… asociadas a aquello que nos dolió.
“¿No lo estoy superando? ¿Es que me estaba autoengañando? ¿Me seguirá doliendo siempre?”, se puede uno preguntar con cierta desesperación.
Todo lo contrario.
Cuando reconocemos que esas experiencias, en forma de imágenes, escenas, ideas, sensaciones… son esfuerzos del organismo por digerir e integrar la vivencia, entonces se vuelve más fácil damos permiso para experimentarlos. Porque ahora hemos hecho CLIC.
Significa que vamos por el buen camino, andando aunque parezca que estamos parados o incluso yendo hacia atrás.
Este es uno de los malentendidos que nos mantuvieron meses, años, rechazando experiencias de recuperación al interpretarlas como experiencias de empeoramiento.
Al desvelarlo, recuperas la confianza en tu proceso.
Comprender cómo funciona el sistema cuerpo<>mente nos da ventaja y nos permite aprovechar sus propios y sabios recursos de autorregulación. En nuestros sistemas te acompañamos a comprender incluso lo que no sabes que no sabes.
Nosotros no nacimos sabiéndolo.
Un abrazo,
– Rocío
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