Sócrates dixit.
Estudiar Filosofía puede dejarte tocado.
Te enseñan a desconfiar de todo, a no creer nada y a preguntarte hasta el más mínimo porqué de la existencia.
A ver, está genial, súper interesante, cultiva la mente…
Pero que no me sienten en una boda al lado de un filósofo.
No es práctico, y en la vida nos toca ser prácticos.
La duda es todo un entramado psíquico.
Un juego de espejos en los que ves lo que no es.
Y tiene un punto adictivo.
Muchísimas personas me cuentan que están hartas de su indecisión, de sus constantes titubeos e incertidumbres.
Creo que si les diera una pastilla azul que anulara la duda de sus mentes, no la tomarían.
Dudarían si tomarla, pero no lo harían.
Dudar es doloroso.
No dudar -para una mente ansiosa- lo es mucho más.
Supone un gran riesgo (imaginario), ya que cuando deciden, están dejando fuera la que podría ser la opción correcta. Nunca tienen la suficiente información, la suficiente seguridad o la suficiente claridad para tomar LA decisión.
Dudar les aleja del riesgo.
«¿Dejo a mi pareja o no la dejo?» es más seguro que «dejo a mi pareja» o «no la dejo».
«¿Me está diciendo la verdad esa persona?» es más seguro que «me está diciendo la verdad» o «me está mintiendo».
«¿Dejo mi trabajo?» es más seguro que «dejo mi trabajo» o «no lo dejo».
Mantenerse ahí puede ser agotador, pero seguro.
La persona puede ir dándose cuenta de que LA decisión correcta no existe.
Que lo correcto o incorrecto es una cuestión mental ilusoria y arbitraria.
Todo es correcto. Todo es incorrecto.
Que dudar es interesante porque barajas múltiples alternativas que otros ni siquiera contemplan, pero que mantenerse en el limbo ya es tomar una decisión.
No querer decidir, es decidir.
La calma, la claridad y la confianza no llegan cuando dejas de dudar. Llegan cuando experimentas la libertad de poderte equivocar. Es un placer.
Sal del limbo mental visitándome aquí
Un abrazo,
– Rocío