Imagina que viene un perro a mi consulta.
Es un perro especial, porque habla.
Le observo detenidamente.
Y me cuenta su problema.
Mira, Rocío, llevo meses intentando alcanzar mi rabo, y no lo consigo. Doy vueltas y vueltas y más vueltas y nada, no llego a alcanzarlo. He intentado ser más rápido, abrir más la boca, estirarme mucho, pero nada, creo que necesito una buena técnica para pillarla. Ayúdame.
Yo puedo hacer varias cosas.
Puedo enseñarle técnicas para mejorar su velocidad. Estrategias para estirar más el cuello.
Puedo animarle a que lo siga intentando, recordándole que tiene que creer en si mismo.
Estaremos así varias sesiones.
Llegará a casa, lo intentará con todas sus fuerzas, y no podrá, creyendo quizás que es un fallo suyo.
O le puedo recordar que nunca va a cogerse la cola.
Lo mismo pasa con los pensamientos.
Que no te líen con técnicas contraproducentes.
Como a un cliente que le animaban a pellizcarse FUERTE cada vez que le viniera una idea mala. Como si fuera su culpa…
Si interpretamos un pensamiento negativo como un tabú, y aparece, y empezamos a usar técnicas como locos para que desaparezca, ¿qué va a pasar?
Se multiplica su fuerza.
La libertad no está en controlar los pensamientos desagradables o en sólo tener pensamientos positivos. La libertad está en tu voluntad de tener un tipo de reacción u otra ante esas ilusiones. Y estás en ello.
La cosa está en poder pensar las cosas más horribles y QUE TE DEN IGUAL. No creerlas, no comprarlas.
La mente a veces ofrece ideas.
No juzga si son bonitas, feas o moralmente correctas.
Ahí entras tú.
Si recuerdas que pensar eso no dice nada de ti, ni del futuro, ni del pasado, sino del mecanismo mental que te ha tocado por ser humano en esta vida, puedes decir gracias y hasta luego.
Sólo así aparecerán menos.
Te sigo explicando cómo hacer el clic estos días. Si quieres profundizar y entrenarlo en tu experiencia con mi guía, te puedes apuntar a mi método pulsando aquí
Un abrazo,
– Rocío