Hoy mientras comíamos me dice muy serio mi marido:
«Tengo el presentimiento de que algo malo va a pasar. No sé el qué… pero algo malo está a punto de suceder».
Es muy gracioso. Probablemente esta noche cuando veamos las noticias y cuenten el accidente (de coche, político o médico) de todos los días me dirá «¿lo ves? lo sabía».
Sí es una persona muy intuitiva, pero a veces distorsiona y ata cabos como a su mente le conviene a cada momento.
Si no le apetece ir a algún sitio porque le genera estrés, me dice «es que algo me dice que no va a ir bien».
No suele acertar.
Hay personas con más o menos intuición.
O mejor dicho, más o menos conectadas con su intuición.
Y no hablo de los tarotistas o telépatas que ese tema da para mucho (en otro email).
La intuición sale de las tripas. Es como si tus tripas hablaran el mismo idioma que la vida y captaran sus mensajes ocultos.
Es un recurso hípervalioso.
Algo te dice que no confíes en esa persona, a pesar de que sonría.
Que no firmes ese contrato.
Que no vayas a ese lugar…
No sabes explicarlo a nivel racional. No hay datos concretos que apoyen tu presentimiento. Quizás alguna señal, pero que no sería lógica para otros.
Cuidado.
Cuando la ansiedad está instalada, empieza a interferir con la intuición clara.
Se convierte en miedo y pasa a ser paranoia. Se aleja de la realidad y deja de ser útil.
Con la experiencia, me di cuenta de que esta era una de las trampas de la ansiedad. Confundirte y llevarte a tomar decisiones guiadas por la intuición ansiosa, por la lógica ansiosa.
De ahí surge la Psicología Inversa ContraIntuitiva. Cuando la practicas, empiezas a distinguir cuándo estás siendo prudente y sagaz y cuando estás sintiendo miedo.
Si quieres conocer cómo esta psicología revolucionaria puede marcar un antes y un después en tu relación con el miedo haz clic aquí.
Un saludo,
Rocío Lacasa