Ayer vino un cliente a mi despacho por primera vez.
Me encantaría hablar con él de su cultura árabe, de películas o de arte contemporáneo.
Pero viene a lo que viene.
Así que me cuenta su historia de ansiedad.
Una hora centrado en síntomas, bloqueos, miedos, creencias limitantes que localiza pero que no sabe cambiar…
No nos da tiempo a hablar de sus sueños, fortalezas, creencias valiosas y motivaciones, para equilibrar un poco la balanza.
Por lo que sale removido de la sesión. Hecho polvo, más bien.
Tiene sentido, ¿no?
Una hora centrando tu atención en lo que no va bien, no va bien.
Suele pasar en el camino de búsqueda de la curación.
Seguro que si recurres a Internet sueles googlear «ansiedad», «pánico», «miedo», «pensamientos obsesivos», «locura», «ictus» y demás lindezas. Inputs de amenaza a diestro y siniestro que dejan su huella. En lo que centras tu atención, incrementa en tu experiencia.
Lo que yo propongo es cambiar el foco. En lugar de eliminar la ansiedad (que es el objetivo, claro está), vamos a concentrarnos en potenciar la calma. En lugar de evitar taquicardias, vamos a regular el sistema nervioso. En lugar de husmear en foros de desesperación, nos inspiramos en foros de superación. Sabes cuáles son unos y otros.
No te obsesiones con los síntomas de la ansiedad y empieza a fijarte en las sensaciones de la calma. Las hay. Auméntalas. Si las valoras, las multiplicas.
La mejor manera de quitar la oscuridad es dejando entrar la luz.
Arrinconas a la ansiedad no a base de luchar contra ella, sino a base de calma.
Un saludo,
Rocío Lacasa
PD: Te acompaño a reencontrarte con la luz en mis sistemas