Tenía cita con un médico con el que viví alguna historia (no romántica sino de conflicto de intereses) en el pasado.
Mi cabeza ha desarrollado la conversación unas cien veces.
Imaginaba cómo me iba a abrir la puerta del despacho, qué me iba a decir, cómo iba a responder yo. Por supuesto, las opciones eran múltiples.
Y al final, como suele pasar, la escenita no se va a dar (le han destinado a otro centro).
Y si se hubiera dado, puede que no encajara con ninguna de mis versiones.
Sea como sea, la escena ha ocurrido cien veces en mi mente y cero en la realidad.
¿Te suena?
Quizás he perdido un poco el tiempo, ¿no?
Pero hay un vicio mucho peor.
Se trata de la pseudoacción (o acción falsa).
Actuar en tu mundo mental y no hacer nada en el mundo real.
Tienes la sensación de que dándole vueltas y más vueltas al asunto, estás haciendo algo por resolverlo.
Pero «el asunto» sigue exactamente igual.
O empeora.
No recibe tus ondas electromagnéticas de pensamiento.
¿O sí?
No, va a ser que no. Pero para ti, algo estás haciendo (alguno me dirá que ya pensar es hacer).
Sustituyes el hacer por el pensar y te quedas tan ancho.
Hasta que te das cuenta de que sigues en el mismo punto. Evitando, guiándote por el miedo y perdiendo la oportunidad.
Este es un hábito clásico que surge de la ansiedad y la alimenta. Operar en la mente versus operar en la realidad.
Un hábito que, como tantos otros, bien dirigido, equilibra el sistema.
Si no pones conciencia en estos procesos, lideran tu comportamiento y sabotean tu recuperación.
Son los trucos invisibles de la ansiedad, y te cuento uno por uno en mis sistemas. Y lo que es más importante aún, te cuento cómo salir de ellos.
Un saludo,
Rocío Lacasa