Es sanísimo reírse de uno mismo.
Hasta cierto punto.
Me hacen gracia las bromas que abundan en redes sociales que se mofan con ironía de los prototipos humanos.
Por ejemplo, cómo cada año nos marcamos objetivos y de repente nos damos cuenta de que «hola, ¡de repente es diciembre!» y seguimos en el mismo punto que el año anterior (o hace cinco). El gimnasio, la dieta, la asertividad, y la ansiedad… Clásicos de la Humanidad.
Pero ya está bien de caer en el patrón, ¿no?
El sentido del humor es en ocasiones un escudo para apaciguar una dolorosa resignación.
Proponerse objetivos con ilusión y no llegar a cumplirlos es una losa sobre la espalda. Cada intento frustrado pesa y hunde un poco más. Queda grabado el mensaje inconsciente de que «no se puede». De que algo falla en uno.
Auto-engaños, auto-boicots, pereza, excusas, justificaciones, culpa…
Basura reciclada.
Pero hay un punto en el que eres capaz de poner luz a todos esos mecanismos que permanecían en la oscuridad.
Lo reciclado se convierte en recursos mega útiles y sostenibles.
Ese punto llega cuando despiertas una serie de circuitos cerebrales que antes no estaban conectados.
Piensa ahora algo que hace 5, incluso 10 años, no creías que podrías conseguir y finalmente sucedió.
Si no te das cuenta ahora, aparecerá en los próximos días.
Lo que quiero que tengas claro es que el «patrón de reto frustrado» no se transforma en «patrón de reto superado» a base de fuerza de voluntad, auto-exigencia, disciplina y esfuerzo.
No.
La llave maestra está en otro lugar, y hay un mapa para llegar.
Mañana te voy a dar una sorpresa.
Si tienes Ansiedad Generalizada, revisa por la tarde tu email porque compartiré contigo mi mayor creación hasta ahora.
Te mando un abrazo,
– Rocío