Cómo me lo paso viendo al Encantador de perros, César Millán. La psicología canina no es muy distinta de la nuestra.
En el caso de hoy un Cocker Spaniel estaba de los nervios. Su nombre es Car.
Durante su rehabilitación se trataron varios puntos interesantes y rescatables. Estamos hablando de perros, pero no podemos olvidar que muchas de nuestras conductas están dominadas por nuestra parte animal.
El psicólogo social Jonathan Haidt, en su libro La hipótesis de la felicidad, usa la metáfora del Elefante y el Jinete.
Somos el jinete, la parte racional que quiere conducir y también somos el elefante, la parte más instintiva y automatizada.
El jinete en general puede liderar y mantener al elefante dirigido.
Pero si el elefante no está en sintonía con lo que el jinete pretende que haga, poco poder nos deja. Demasiadas toneladas en contra.
A veces nuestros instintos, conectados con el miedo, dominan, y nos ponemos en modo elefante desbocado.
Si alguna vez has estado a dieta y en de repente has perdido el control y arrasado la nevera engullendo como si no hubiera un mañana, sabes de lo que te hablo. También cuando tu mente racional te decía que ese avión, ese vagón o ascensor eran seguros y tu elefante te decía con fuerza que ni loco entraba ahí.
Pues bien, sigamos aceptando y comprendiendo a nuestro elefante o perro interior. Tiene que ver con el cerebro reptiliano (animal, salvaje) y la supervivencia. Están ahí y nos controlan.
En una escena del programa, César coloca a Car sobre una camilla metálica y comienza a cortarle el pelo.
Primero lo hace por encima, con cuidado, probando. Ahí no le pone bozal. Pero cuando empieza a cortar zonas más sensibles o con más nudos, como las orejas, le coloca el bozal para evitar que le muerda. Enseguida se lo quita de nuevo, ya que lo importante es que Car aprenda a manejar los nervios sin ayuda externa.
Esto me ha recordado al Orfidal de los humanos. Puedes usarlo, no pasa nada, pero el objetivo último es que tu cerebro aprenda a asociar la calma con tus propios recursos. Refuerzas tu confianza en tu capacidad innata para crear calma. De verdad, todo eso sucede en nuestro cerebro perro.
Luego César mete a Car en una piscina, para que reconecte con su genética. El cocker es un perro de aguas y se siente cómodo en ese medio. Se ve cómo se va relajando. Llevaba años sin hacerlo. César conoce con quién está tratando (un animal, un perro, un cocker) y encuentra qué situaciones o estímulos son más probable que estimulen su calma. Car necesita agua agua agua. Eso acelerará su recuperación. ¿Con qué te calmas tú de forma profunda?
La dueña del perro es simpática y parece buena gente. Pero un poco nerviosa, no para de hablar y de intervenir en las directrices de César. Otro de los aspectos básicos es la energía de la gente que nos rodea. Las personas centramos mucha atención en la comunicación verbal y podemos olvidar el resto de elementos. Los perros no se fijan en lo que dices sino en cómo lo dices. Si tu perro está acostumbrado a que le digas «no» o «SIT» en un tono, puedes cambiar la palabra, incluso decirle lo contrario, que entenderá lo mismo. Exactamente igual nosotros. Cuida no sólo lo que te dices sino cómo te lo dices.
En fin, cada capítulo es un mundo. Y cada ocasión es una oportunidad para conectarlo con tu recuperación. Y no a cómo eliminar la ansiedad, sino cómo crear la calma.
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Un saludo,
Rocío Lacasa