Puede que hayas seguido el suceso de los 12 niños tailandeses.
Hace dos semanas se adentraron en la cueva de Tham Luang con su entrenador de fútbol, comenzó a llover y se quedaron atrapados en el interior de la gruta, sin poder salir.
Por fin han sido rescatados.
Estaban en una situación muy delicada. Tenían que bucear y ni siquiera sabían nadar. Llevaban diez días sin comer y sabiendo que su vida estaba en peligro.
«Hicimos posible lo imposible», anunció Narongsak Ossottanakorn, portavoz oficial de la misión.
«No sabemos si esto ha sido un milagro, ciencia o no sé qué. Los trece jabatos están a salvo fuera de la cueva», publicaron los cuerpos de élite de la Marina.
Ahora es noticia que cuando fueron descubiertos por los buceadores se dice que estaban meditando.
«Mira qué tranquilos estaban sentados allí esperando. Nadie estaba llorando ni nada. Fue sorprendente».
Su entrenador, Ekapol Chanthawong, fue monje budista durante una década. Según varias fuentes de noticias, les enseñó a los niñosa meditar en la cueva para mantenerse tranquilos y preservar su energía durante su experiencia de dos semanas.
Ekapol, de 25 años, se fue a vivir a un monasterio a la edad de 12 años después de quedarse huérfano. Lo dejó a los 22 para cuidar asu abuela enferma.
Quién sabe si ha sido clave para ellos haber encontrado esa manera de mantener la calma.
Quién sabe si la hubieran mantenido por el propio instinto de supervivencia, sin necesidad de meditar.
No necesitas estar atrapado en una cueva para sentir ansiedad, ya lo sabemos.
De hecho, quién sabe si en esa situación podrías estar tan presente que tu instinto de supervivencia te ayudaría a vivirlo con más tranquilidad.
Así de sorprendente es el ser humano.
Muchas personas me cuentan que en momentos de alto riesgo se sintieron más en paz que nunca.
Es como cuando alguien tiene un accidente y no siente dolor. Es cuando ve la sangre cuando se pregunta qué ha pasado. Mecanismo de defensa del cuerpo, que te ayuda a correr incluso con la pierna rota.
En cambio, en el sofá de su casa uno puede vivir auténticas «piensadillas» con los ojos abiertos.
Y eso es señal de que todo va bien.
Porque si va mal, uno hace lo que tiene que hacer.
No piensa, sobrevive.
Por eso, no esperemos a estar en una situación límite para aprender a meditar, o a desarrollar control mental. Es en momentos de confusión cuando más lo necesitas.
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– Rocío