Cómo enfadé a la siniestra niña que oía voces

Alguna vez traté a un paciente con Síndrome de Münchhausen. 

Puede llegar a ser muy grave. La persona se autoprovoca enfermedades o síntomas para poder jugar el papel de enfermo. Le ponen los hospitales.

Se toma pastillas que no debe. Bebe o se inyecta sustancias tóxicas. Se provoca fiebres altas. Lo hace de manera consciente, pero movida por una necesidad inconsciente y patológica de ser cuidada y atendida desde ese rol.

Es doloroso ver cómo cree que no tiene otra manera de conseguir amor. La atención del médico y las enfermeras le hace sentirse importante. 

Suelen ser personas que han tenido un familiar enfermedad crónico, como una madre o un hermano, que se llevó toda la atención y cuidados durante su infancia. No resuelven la carencia y crean esta dinámica. 

Otra vez traté a una niña que oía voces. 

Escucha porque es escalofriante.

La niña, de unos 12 años te contaba con claridad cómo eran esas voces y qué le decían. Quería hacerse pasar por esquizofrénica. 

Le hice una evaluación completa, exhaustiva. No te imaginas el enfado de la niñita cuando mi diagnóstico fue Trastorno de Simulación. Es decir, que no tenía esquizofrenia y que estaba inventándose descaradamente toda la historia. 

Lo más terrible es que con el tiempo nos dimos cuenta del misterio. Eran los padres los que la obligaban a contarlo. Su aspecto era muy clásico, cuidado, serio, un poco rancio o antiguo quizás. Parecían preocupados por su hija y también daban todo tipo de detalles.

El caso es que la tenían entrenada y habían pasado por varias clínicas psiquiátricas. Tenían un grave delirio compartido («folie a deux») y querían que la niña no fuera al colegio, porque pensaban que su vida corría peligro. Su objetivo era mantenerla en casa encerrada, donde viviría segura alejada del mundo. 

De película, ¿no?  Ahora en manos de Servicios Sociales. Ojalá pudieran ayudar a esta familia. 

Ok, vamos a bajar la intensidad. 

Luego está el Münchhausen Emocional Light. Que lo llamo yo así. Mucho más habitual y tratable. 

Personas que necesitan sentirse eternamente dolidas, traumatizadas, deshonradas para que los demás les quieran y les cuiden. Tienen la creencia profunda de que si se curan, dejarán de recibir amor.

Es una resistencia que encuentro en algunos de mis clientes. Tienen un miedo inconsciente a evolucionar. 

Aprendieron a sentirse víctimas y a conectar con su parte herida y abandonada como estilo de vida. Lo tienen tan interiorizado que les cuesta salir de ahí.

Les enseño a controlar sus pensamientos negativos, pero la cuestión es que ellos no quieren dejar de tener pensamientos negativos. Son adictos a la queja y al drama. Encuentran consuelo en el sufrimiento, aunque resulte contradictorio. Y aún así, contactan conmigo. Una parte quiere salir (su parte sabia, iluminada), y otra parte está muerta de miedo de dejar de hacer lo que creen que les mantiene vivos y conectados. 

Como esta, hay varias resistencias que necesitas conocer para trascender. Es interesante que el sistema de recuperación en el que inviertas esté diseñado por un experto en psicología clínica, más que por un experto sólo en su propia experiencia. En mis sistemas combinamos el conocimiento y destreza de una psicóloga y las vivencias e investigaciones de su hermano, que vivió un malentendido de ansiedad. Combinación ganadora. Sólo falta uno más para este equipazo, y ese eres tú. 

Un abrazo,

Rocío Lacasa

Consejos para transformar tu ansiedad basados en la experiencia

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