O bien nos hacemos desgraciados o nos hacemos fuertes. La cantidad de trabajo es la misma.
– Carlos Castañeda
Pues eso.
Muchos consideran que liberarse de la ansiedad es duro, trabajoso, insufrible.
Lo que ignoran es que mantenerse como están cuesta el mismo o más esfuerzo.
Para perpetuar los pensamientos negativos, desequilibrar el sistema nervioso y avivar el miedo hay que poner empeño.
Es cierto que los procesos están automatizados y van por la vía rápida, pero aún así, actúan en contra del estado natural de paz que nos corresponde.
La persona puede acabar agotada al final del día (incluso empezar el día agotada).
Cuando se va deshaciendo de la ansiedad, todo fluye con facilidad.
Cierto es que no se trata de un camino de rosas. O sí, pero esas rosas a veces pinchan.
Quizás al principio cuesta cambiar la inercia. La inercia es la propiedad que tienen los cuerpos de permanecer en su estado de reposo o movimiento. Si vas en coche a 90km/hora y frenas en seco, tu cuerpo tiende a permanecer en movimiento, por lo que sigues moviéndote hacia delante.
Es decir, puede haber una resistencia inicial. El cerebro y el cuerpo quieren seguir la inercia, llevando la información por los mismos circuitos. Sólo hay que insistir y reprogramar el patrón.
Hacerse fuerte requiere dosis de coraje que te sacan de la zona cómoda.
Pero gastas más energía permaneciendo en ella.
Porque a pesar de ser conocida como la zona cómoda, sabes que es muy incómoda.
Sabes que no puedes seguir así, renunciando a lo que deseas, diciendo no a lo que debería ser SÍ. Así no se encuentra la calma.
Duele saber que uno se está haciendo trampas al solitario.
Por eso, te animo a que inviertas tu tiempo y energía en desarrollar la fuerza que te está sacando de ahí.
Los sacrificios dejan de serlo a medida que te vas acercando a tu esencia. Todo comienza a encajar.
Te cuento cómo dejar de alimentar el motor de la ansiedad haciendo clic aquí. Empezará a sobrarte la energía y dejarás espacio para la confianza natural innata.
Un abrazo,
– Rocío Lacasa
PD: ¿Conoces a Castañeda? A Íñigo le ayudó muchísimo leer sus libros.