Feliz sin nada, desgraciado con todo

Muchas veces me llega alguien enumerándome todo lo que ha pasado:

“Tengo esto, y esto, y esto, y esto, y además esto y esto otro…”

57 frentes abiertos a los que hizo y tiene que hacer frente. 

Como si lo externo justificara su malestar. 

Como si tuviera derecho a sufrir. 

Todavía nos cuesta comprender que lo externo sí explica que tengamos que poner en marcha más recursos, pero no equivale matemáticamente a sufrimiento.

Porque muchas otras personas, en cambio, me dicen cosas como:

“No entiendo qué me pasa, el trabajo bien, la familia bien, pero me siento realmente angustiado”.

En este caso, como si no tuviera derecho a sufrir. 

Aaron Antonovsky fue un sociólogo y académico israelí estadounidense, experto en la relación entre el estrés, la salud y el bienestar.

Estudió a mujeres nacidas en Europa central entre 1914 y 1923. Algunas de ellas habían estado internadas en campos de concentración. 

No sorprendió que el grupo de supervivientes de los campos de concentración exhibiera significativamente más signos de enfermedad en comparación con las otras mujeres. 

(Por cierto, esto de llamarlos campos de “concentración”, en lugar de “exterminio/tortura” fue una gran estrategia de marketing de la época…). 

Sin embargo, y aquí está lo sorprendente, hasta el 29% de las antiguas prisioneras aseguraron tener una relativamente buena salud mental, a pesar de sus experiencias traumáticas. 

Antonovsky se preguntó: 

¿Cómo estas mujeres lograron mantenerse saludables a pesar de la extrema presión que se ejerció sobre ellas?

Al formular la pregunta en positivo, este cambio de perspectiva influyó en todas sus investigaciones posteriores, y en la de la psicología mundial. 

Utilizó tres preguntas que fueron claves en la fundación de su teoría:

¿Por qué las personas se mantienen saludables a pesar de estar expuestas a tantas influencias perjudiciales?

¿Cómo se las arreglan para recuperarse de enfermedades?

¿Qué tienen de especial las personas que no enferman a pesar de la tensión más extrema?

Por fin un vuelco a la hora de estudiar la mente humana: 

No cómo el ser humano enferma, sino cómo no enferma. 

A partir de aquí, la hipótesis de que los factores estresantes son intrínsecamente negativos es rechazada en favor de la posibilidad de que los factores estresantes puedan tener consecuencias saludables o beneficiosas, dependiendo de sus características y de la capacidad de las personas para resolverlos.

Decía que si la vida es un río, a veces con aguas mansas, otras veces con corrientes extremas, los profesionales de la salud no tendrían que centrarse en salvar a los que se ahogan, sino en enseñarles a nadar, en cualquier punto del río. 

Recuerda, no es lo que te pasa, sino cómo aprendes a gestionar tu pensar.

Seguiremos reflexionado sobre qué hicieron estas y otras tantas mujeres.  

Un abrazo,

– Rocío

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