(Este post está escrito para que lo compartas con alguien de tu confianza de quien desees recibir apoyo)
Si recibes esto, gracias.
Quien te lo reenvía confía en ti y quiere que formes parte de su camino de recuperación.
Posiblemente ya la hayas ayudado, y mucho, pero quiere facilitarte el cómo seguir haciéndolo. A veces, el no saber cómo, desgasta las buenas intenciones y crea distancia.
Hola, soy Rocío Lacasa, psicóloga especializada en ansiedad y estrés.
Muchos amigos y familiares de personas con ansiedad me consultan cuál es la mejor manera de acompañar.
Y esa es una de las primeras claves que comparto:
Se trata más que de ayudar, de resolver o de guiar, de acompañar.
Muchas veces a la hora de ayudar a un ser querido, usamos el sentido común. Pero lo que quizás desconozcamos es que el sentido común con la ansiedad no funciona.
Lo que parece que ayuda, desayuda.
Lo que parece que desayuda, ayuda.
Por eso, decimos cosas que a nosotros nos gustaría oír o hacemos favores que en realidad alimentan el problema. El efecto es el opuesto al que pretendemos y deseamos.
Hoy te cuento qué frases alimentan la ansiedad:
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1. «Tienes que poner de tu parte», «tienes que hacer un esfuerzo»
Quizás hayas leído que conviene ser duro para no hacerle sentir débil o victimizarle.
Está bien encaminado.
Lo peor que puedes hacer por una persona que está sufriendo es mirarle con cara de pena, decir «ay, pobrecito», y hacer todo el trabajo por él. No queremos sobreproteger ni inutilizar.
Pero esa frase «tienes que» es desacertada. Lo más probable es que la persona ya esté poniendo mucho de su parte y haciendo un gran esfuerzo.
Siente que nada a contracorriente, y esa corriente está ahora mismo fuera de su control. No tiene fuerzas. Hay días que la presión es insoportable. Y aún así, se levanta, se viste y tira hacia adelante.
A un diabético (perdón, es mejor decir a una persona con diabetes) no le dices «haz un esfuerzo para bajar tus niveles de glucosa, hombre». Cierto es que la persona puede cuidar su alimentación y hacer ejercicio, pero hay algo que, de momento, no está en su mano.
2. «Tienes que calmarte», «es mejor que te serenes un poco», «piensa en positivo».
¡¿Qué más quisiera él o ella que calmarse, serenarse y pensar en positivo?!
Ahora mismo, no puede. O no como quiere. Hay situaciones que disparan su sistema de alarma, siendo una reacción automática que aún no puede llevar al plano consciente.
En esto de la ansiedad, cuanto más se fuerza uno a calmarse, más tensión crea.
Las órdenes desde el cerebro racional, tipo «tranquilízate» no llegan al cerebro físico. Por eso, no es útil, ni que se lo diga él o ella mismo, ni que se lo digas tú.
Lo que ayudaría un poco más es, que si dices ese tipo de cosas, lo hagas en un tono muy calmado, despacio, claro, con voz suave. Eso sí podrá llegarle.
Porque si encima el «¡¡¡tranquiiiiilo!!!» se dice gritando o con tensión, apaga y vámonos. En general el «tienes que» genera tensión inconsciente.
3. «Esto no es nada, ya verás como se pasa solo».
El estrés puntual se pasa solo, los momentos aislados de ansiedad se pasan solos, los constipados se pasan solos. Cuando ya hay gripe, es mejor intervenir.
Tu intención puede ser desdramatizar y quitarle hierro al asunto, lo cual está muy bien. Pero hay que llamar a cada cosas por su nombre, conectar con lo que está pasando y observar a qué está afectando.
Si no se ha vivido una problema grave de ansiedad, no es fácil comprenderlo. Es un malestar invisible que no detectan las analíticas ni las radiografías. Pero duele más, mucho más, que una pierna rota. Y alguien que se ha roto la rodilla no puede obligarse a andar, incluso a correr, como si no pasara nada. Sencillamente, se cae al suelo, por mucho que lo intente con todas sus fuerzas.
Esta persona necesita parar y sanar. Es probable que tenga que entrenar, que hacer ciertos cambios en sus hábitos, en sus relaciones y en algunas de sus decisiones, y es interesante comprender por qué.
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¿Y qué frases suelen ser útiles para acompañar? A veces asusta preguntar, pero es una magnífica manera de empatizar.
«¿Cómo puedo ayudarte?»
«¿Cómo te sientes?»
«¿Cómo es sentir ansiedad?»
«¿Qué necesitas de mi?»
«¿Quieres que te abrace?»
«Te apoyo»
«Si estás así es porque llevas años queriendo ser demasiado fuerte»
«Vamos a ver qué podemos aprender juntos de esto»
«Esto es un proceso, estoy aquí para acompañarte»
«Te quiero»
No decir nada, sólo permanecer tranquilo a su lado.
Todo reforzado por un tono y una comunicación verbal congruente con el mensaje.
Y oye…
Tú también tendrás lo tuyo, tendrás momentos en que pierdas los nervios o que no te dé la gana ayudar a nadie, que bastante tienes…
No pasa nada. Nadie es imprescindible ni queremos fomentar dependencias.
Sólo para que tengas herramientas sencillas cuando quieras estar.
Si quieres profundizar en la experiencia que está viviendo y conocer las estrategias más efectivas para transformarla en calma, claridad y confianza, aquí lo tienes.
Un abrazo,
Rocío Lacasa
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