Es un hecho.
Nuestra vida peligra por el simple hecho de estar vivos.
Pero no hay que estar constantemente pensándolo.
¿Alguien piensa cada vez que mira al techo que éste se podría caer?
Hoy comparto contigo algo íntimo que no me apetecía verbalizar pero que creo te puede ayudar.
Mi hija mayor, de 3 años, está pasando la tarde en la piscina de una amiga del colegio. Yo no he podido llevarla, porque estoy aquí contigo y trabajando.
Y eso no me hace mucha gracia.
Soy una madre relajada y no me suelo preocupar demasiado, más allá de los típicos miedos de las primerizas. Siempre con bastante calma, cualquiera que me conozca lo sabe. Su madre, encantadora, me dijo que no había ningún problema, que estarían muy pendientes de ella.
Pero piscina… que no conozco… 3 añitos, que cree que sabe nadar pero no sabe… muchos niños… sin socorrista…
Ayer por la noche y esta mañana he estado inquieta. Empieza la temporada de piscinas, y día sí día no, aparecen noticias de accidentes. Siento mucho si te estoy estresando en este momento, pero por favor, sigue leyendo. Aduéñate de lo que sientas y sigue conmigo.
Ayer por ejemplo, mientras estaba en el gimnasio, empezaron a venirme conversaciones e imágenes mentales. Me imaginaba lo peor. Lo peor. Mi parte consciente y calmada se daba cuenta de lo que estaba haciendo mi mente: estaba creando escenas y películas detalladas que ahora mismo no hace falta describir.
Fue como un puñetazo en la tripa. Ganas de llorar instantáneas. No necesité más que 3 segundos de imaginación. Es como si hubiera pasado una depresión muy profunda condensada en ese mínimo lapso de tiempo.
3 segundos.
Pero lo importante es lo que hice después.
Primero, una respiración profunda.
Como si en la exhalación pusiera la intención consciente de cambiar de estado, como cuando cambias de canal al encontrarte una peli de miedo.
Agradecí a mi brillante psique (todos tenemos una psique absolutamente brillante) que estuviera recordándome los peligros de una niña en la piscina. Son cosas que pueden pasar, así de crudo. Y la mente te lo recuerda. Gracias.
Me dije «luego le mando un mensaje a la madre para que por favor no le quiten ojo. Y ahora, date permiso para no estar pensando, sabiendo que puedes hacerlo, que tú decides dónde poner el foco y qué imágenes estar creando. No necesitas pensar esto.»
Porque una parte de ti se siente bien pensándolo, por increíble que parezca. Es un «truco de seguridad» del que te hablo en mis sistemas.
Estas fueron unas imágenes que aparecieron por sorpresa. Pero el hecho de que aparecieran «sin llamarlas» no significa que tuviera que quedarme ahí enganchada. No significan nada.
Obviamente si fuera tan fáciles de controlar, no estarías luchando constantemente contra pensamientos negativos en bucle. Eso sucede porque aquí interviene no sólo lo que tienes de cejas para arriba. Tu cabeza no es una isla autónoma que va por libre. La respiración, el sistema nervioso, la química, las creencias, los marcos mentales… muchos puentes que conectan con el resultado final.
No me enfadé por estar pensando cosas tan terribles, ni quise echarlas a patadas.
No me asusté porque sé de dónde proviene y cuál es su función.
Estoy muy entrenada en distanciarme de la película y ya la vivo como lo que es.
Reconozco que apareció el pensamiento de «¿no me estará viniendo como una especie de aviso?», pero sentí la reacción en mi cuerpo y reconocí de nuevo a mi psique simplemente jugando, protegiéndome.
¿Qué opción tenía?
¿No dejarla ir?
¿No trabajar?
¿Trabajar pero estar mentalmente ahí?
¿Estar continuamente pensando cómo estará como si mágicamente eso fuera a evitar cualquier tipo de desgracia?
¿Estar en tensión hasta que la madre me mande 50 fotos confirmando que todo está bien?
Negocié con mi mente y le di el control al universo.
El caso es que todos tenemos este tipo de pensamientos y de reacciones. Es sano y señal de que estamos vivos y conscientes.
El gran problema es cuando sientes que no tienes control sobre ello y te roba a la fuerza toda tu energía, tu claridad y tu paz.
Mis sistemas tratan a fondo todas las variables implicadas en el control mental. Porque claro que puedes controlar tu mente. Pero necesitas todas las variables, no sólo pensar y pensar sobre el pensar.
Imagina un piano y tú tocando con desesperación la misma tecla una y otra vez. La melodía no cambia. Se hace más intensa y pesada hasta llegar a ser desquiciante. En esto del control mental se suelen tocar las teclas equivocadas, con la presión y la postura inadecuadas. Y por eso parece imposible alcanzarlo.
Hazte dueño de tu mente y de tu cuerpo para volver a amarlos y respetarlos. Es el camino seguro para poder vivir en paz, creando la realidad que deseas. Haz clic aquí para empezar a tocar
Un saludo,
Rocío Lacasa