Puto verano

Ay querido… llegan tiempos calentitos.

Ya están aquí las vacaciones. Esa etapa generalmente dorada en la infancia que se complica según crecemos.

En esta época recibo dos clases de emails.

Los primeros son de personas que lo están pasando realmente mal cuando «se supone» que «deberían» estar pasándolo bien.

No sólo están con ansiedad sino que se culpan el doble por estar con ansiedad. Porque deberían estar felices y agradecidos…

¿¿¿¿¿Quién osa a deprimirse y angustiarse en vacaciones?????

Ya está.

Cambiamos Papá Noel, los villancicos y los abetos iluminados por la playa, el hit del verano y la caipirinha. Más de lo mismo. 

Hay quien creía tener más o menos controlada su ansiedad y justo cuando llega el verano, todo parece derrumbarse. Los días antes ya auguran el gran desastre. 

Y es que con o sin ansiedad, las vacaciones pueden ser duras. No nos engañemos. Una cosa es irte en jet privado a una isla desierta, sin familia, sin suegros, y dejando que el servicio atienda tus deseos, y otra muy distinta es, a 40 grados, cargar el coche, organizar a los niños que lloran, a los perros que ladran y a la suegra que…., pegarte un viaje con la ansiedad detrás de la oreja, llegar a destino y empezar a recordar que quizás lo estabas idealizando y entonces empezar a echar de menos tus rutinas, tu baño, tu almohada, sabiendo que te quedan así unas semanas más… 

Encima, con la carga de que se te exige estar sonriendo, relajado, disfrutando de la cervecita y de la exótica puesta de sol.

Mmmmm, la ansiedad aprovecha el cambio de escenario para tratar de colarse de nuevo. Sabe que cualquier cambio, aún supuestamente positivo, es una rendija abierta por la que volver a entrar. Te pone a prueba. Ya habías conseguido controlar muchos de sus síntomas y ahora te reta, «¿también aquí podrás?» 

Son los trucos de siempre. Comprendo que impresionan, que te hacen dudar de todo, pero la estrategia para disolverlos es la misma. Date unos días para que tu sistema de defensa, que sigue un poco confundido, haga lo que tenga que hacer. Si has practicado mis métodos y te encuentras un poco asustado, retoma, practica, recuerda conceptos y tu deja que organismo haga el resto. Si no, lee, mira videos en YouTube, respira, pon límites. ¡Pon límites!  

Encuentra espacios y momentos de tranquilidad para ti que pongan en marcha y den combustible al Sistema de la Calma.

El segundo tipo de emails vienen de personas que habían comenzado su recuperación hace poco tiempo.

Al empezar a practicar mis sistemas, se marcaron el objetivo concreto de «estar bien para el verano».

Ese objetivo es una mierda.

(Últimamente estoy enganchada a la serie Dr. House y creo que me está afectando)

Lo siento. Una mierda. 

Programar a tu cerebro para «estar bien» es igual que programarlo para «hxichsbi4ucvigsi9jòjlhogbiy». Le llega la misma información práctica. 

Y luego el límite de «para el verano». La ansiedad se alimenta de tensión y cuando le pones un deadline, se chupa los dedos de placer. 

La cosa no funciona así. Entiendo que tu y mi objetivo es conseguir recuperaciones rápidas e indoloras.

Pero el enfoque es radicalmente opuesto.

Acepta que estás como estás y empezarás a dejar de estarlo.

Esto curiosamente funciona para la ansiedad, porque al nutrirse de tensión y rechazo, la matas de hambre. En cambio, cuando accedes a la calma y la aceptas, ésta se multiplica.


Ansiedad + Rechazo y Negación = Ansiedad x 2

Ansiedad + Aceptación = Ansiedad + Calma   (A mayor aceptación, más calma)

Calma + Aceptación = Calma x 2
 

Calma  + Rechazo y Negación (por miedo a que vuelva la ansiedad) = Ansiedad



Toma las vacaciones como un tiempo de entrenamiento.

Si estás en pleno proceso de recuperación no te exijas que sean un oasis en medio del desierto, porque no lo serán. 

Desde ahí, desde la no exigencia, conecta con las sensaciones de placer, con los estímulos de la naturaleza, de las personas a tu lado.

Cuídate mucho.


Un saludo,

Rocío Lacasa


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Consejos para transformar tu ansiedad basados en la experiencia

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