Engañar a un mago es complicado, pero posible.
Cuando aprendes sus trucos, dejan de impresionarte.
Incluso puedes adelantarte y saber qué pretende antes de que continúe. Pierde el misterio.
El paso siguiente, el paso revelador, es presentarle tus propios trucos.
Impresionar tú al mago y dejarle boquiabierto sin capacidad para responder. Eso te posiciona como experto.
Mi hija no toma muchos dulces más allá de la fruta, pero este verano le dio por unos pasteles de dulce de leche que yo le consentía de vez en cuando.
Obsesión.
Se volvía loca y los degustaba como manjares que son.
Una noche se negaba a tomarse la cena. No recuerdo, pero podrían ser guisantes y tortilla.
Boca cerrada, ceño fruncido y que no, que no.
Ni avioncitos ni nada.
Entonces se me ocurrió probar con esto:
«Jimena, ¿te acuerdas qué rico el pastel que te tomaste ayer? Mmmmmm, qué rico estaba eh…. con esa crema marroncita dentro…. qué delicioso, ¿verdad? imagina qué rico tomarlo ahora…»
La estimulé para que recordara visualmente el pastel, lo que conectó con los sentidos químicos, el gusto y el olfato.
No lo vi pero posiblemente empezó a salivar. Le entró hambre. Te juro que se comió todo.
Esto que puede parecer simple tiene la potencia de un huracán psíquico.
En mis sistemas hago una radiografía de los trucos e ilusiones que crea la mente para mantenerte en la ansiedad. Cuando los conoces, algo sucede en tu cerebro que disuelve parte del miedo. La maga pierde poder.
El siguiente paso es presentarle tú (desde tu parte sabia y serena) tus propios amaños. Te haces experto en generar calma y control.
Y es que, salir de la ansiedad tiene mucho de magia.
Experiencias como no poder estar en la calle por miedo, no enfrentarte a esa situación, creer que no puedes, sentir que no eres libre, son ILUSIONES.
Una ilusión es una imagen o sensación sugerida por los sentidos que carece de verdadera realidad.
Por eso quiero hacerte experto en dominar tus sentidos. Dominarás no sólo la ansiedad, sino cualquier experiencia que quieras reducir o ampliar.
Te cuento más entrando aquí
Saludos,
Rocío Lacasa