Los primeros años de carrera cometí varias veces un error de principiante.
La terapia es un arte. Tiene de ciencia, tiene de filosofía y tiene de sentido común.
Pero no tiene mucho de tarotismo.
Es cierto que cuando conoces la conducta humana, puedes predecir ciertos patrones relativamente estables, pero es un poquito más complejo.
La terapia además requiere un poco de bagaje y finura.
Cosa que yo no tenía con 21 años.
Llegaba un paciente a mi consulta lleno de dudas e incertidumbres.
Y yo tiraba demasiado del sentido común. Y puede que también un poco del tarotismo. Y de las ganas de que se fuera tranquilo.
¿Qué tiene dudas que quiere resolver? Yo se las resuelvo, o por lo menos lo intento. Es lo que me está pidiendo, ¿no?
¿Qué no soporta la incertidumbre y eso le está haciendo sufrir? Yo le doy trucos para quitársela y poder controlar los aspectos incontrolables de su vida. Al fin y al cabo, es lo que espera de mi, y para eso estoy.
¿Qué me dice que está muy preocupado por cómo le va a salir la prueba? Pues nada le aseguro que todo va a ir bien.
¡Mentirosa! ¡Y encima sin cartas o bola de cristal! ¿Yo qué sé cómo va a ir?
Con el tiempo me fui dando cuenta de que lo único que hacía era aumentar sus dudas e incertidumbres. Podía estar una hora de reloj con un duelo dialéctico en el que trataba de convencer a la persona de que no tenía por qué preocuparse. En algunas ocasiones no sólo no lo conseguía, sino que acababa preocupada yo. Cuando una persona tiene miedo puede ser muy convincente.
Todo esto sucedía porque yo no estaba hablando con la persona. Estaba hablando con su ansiedad.
Estos pacientes siempre tenían hambre de más. De más datos, de más lógicas y de más juramentos. No sé si en alguna ocasión acabe jurando que no le pasaría nada, pero no me sorprendería. Quería calmar el fuego y me parecía lo lógico.
Y la ansiedad claro, retorciéndose de placer.
Pan para hoy, hambre para mañana.
Así no se juega.
Ante la duda, no se requiere más y más información, más y más cavilación. No se requiere una tirada de cartas que te adelante de qué va ir la cosa. La Psicología Inversa Contraintuitva parte de ese error y te explica con detalle cómo jugar con ventaja.
La mejor respuesta en estos casos es un simple «no lo sé».
Porque no lo sé.
«No lo sé, pero podrás con ello»
«No lo sé, pero pase lo que pase, estará bien»
«No lo sé, ni tienes necesidad de saberlo».
Desde aquellos años llevo investigando y probando todos los trucos que la ansiedad crea para mantenerte en alerta, y cómo muchos de ellos desafían el sentido común y la lógica clásica. Puedes acceder a ello aquí.
Una disculpa a mis primeros pacientes y espero poder haberles ayudado de muchas otras maneras.
Un saludo,
Rocío Lacasa
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