«Claro, como la supresión instintiva en los perros.»
«¡¿Cómo?! Explícame eso».
Me pareció fascinante.
Llegan los dueños de un perro con un problema de conducta (de su perro, en principio).
Se muerde la cola obsesivamente.
No funciona cubrírsela, ni castigarle, ni premiarle cuando no lo hace. Darle premios (típicas galletitas), por ejemplo, no funciona porque sabe que tiene comida asegurada.
Como cuando te muerdes las uñas y no funciona ponerte esmalte amargo o guantes.
Primero tenemos que entender qué le está pasando.
Es un pastor alemán que vive en una casa de cuidad.
No caza, no rastrea, no tiene una función que cumplir y que le permita liberar la energía vital.
Instinto suprimido.
Tiene lo que se llama ansiedad comprimida.
No trabaja a favor de su instinto, por lo que está estresado. No tiene una diana donde volcar sus impulsos.
Me recuerda al tigre con TOC que conocí en el zoo, dando vueltas sobre si mismo obsesivamente.
¿Tratamiento?
Primero por las buenas.
Tratar de que descargue la energía, que canalice su estrés. Que juegue con un frisbee en el parque por ejemplo, como si estuviera cazando una presa.
Pero a veces no basta.
El perro encantado, pero se sigue mordiendo la cola.
La conducta problema se ha convertido en el problema.
La fuerza del hábito ha hecho que estereotipe el morderse la cola y ha creado una ruta neuronal de descarga de tensión. El cerebro cree que le sigue funcionando.
Que no cunda el pánico.
Hay que darle un tiempo para que el sistema nervioso se relaje e invertir en moldear esa conducta.
Lo mismo sucede con la ansiedad.
Cuando se instala, genera una serie de conductas destinadas a descargar la tensión. Éstas se fortalecen, aunque el origen de la ansiedad desaparezca.
Por ejemplo, una persona que empieza a fumar porque tiene mucho estrés en el trabajo.
Supera el problema del trabajo y resulta que ahora tiene el tema del tabaco.
Un nuevo estresor.
O alguien que come por ansiedad tras una ruptura y superado el duelo, sigue dándose atracones.
Un nuevo estresor.
Alguien que deja de salir de casa por miedo a los ataques de pánico y quedarse en casa evitando el mundo real pasa a ser una costumbre.
Un nuevo estresor.
La fuerza del hábito.
Por eso es para recuperarse y vivir en calma es básico trabajar a los dos niveles:
– ir al origen y darle salida,
– generar nuevos hábitos, crear nuevos rituales que sustituyan a los que aparecieron por la ansiedad.
No olvidemos que tenemos un cerebro animal y que la ansiedad y la calma tienen mucho que ver con él.
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– Rocío