«Aunque te cueste la puta vida, vas y lo haces».
Es el lema de un concursante de Operación Triunfo, reality show musical. Tiene ansiedad y es el consejo que le da su médico para superarlo.
Una de mis súper clientes me escribe, diciendo que esto le chirría.
Y tiene razón.
¿La puta vida?
Jamás te va a costar la puta vida.
Esa no es la vibración, ni el rollito, ni el mensaje que queremos transmitir a tu cerebro inconsciente.
«Y encima los medios aplauden esa actitud, y no sé, pero creo que aunque la intención es buena, el mensaje que está mandando se parece un poco más a luchar y forzar y eso precisamente, agrava la situación», me dice Cristina.
Ella ya entiende bien de qué va esto.
Una cosa es echarle narices, huevos, estómago, ovarios, como quieras llamarlo, es decir, conectar con el coraje.
Coraje siempre.
Pero otra muy distinta es sentir o comunicar que tu vida está en juego.
El lenguaje bélico con la ansiedad no funciona.
(A él le funcionó, pero la siguiente actuación le supondrá el mismo sobre-esfuerzo violento).
No se puede vivir luchando.
La idea es fluir.
Fluir es lo que da acceso a la calma, a la seguridad.
Además, la gente que se lanza a experimentar lo que teme, sin haber integrado antes una serie de conceptos y trucos que le ayuden a gestionarlo, puede re-traumatizarse.
Entonces, ahí sí que se le mete el miedo a fuego.
«Vale, ya si que no vuelvo a dejarte probar, ni hablar», te dice el cuerpo, generando síntomas intensos de parálisis y huida.
¿Experimentar lo que temes?
Por supuesto.
¿Por encima de tu cádaver?
No.
Desde ese lema estamos rompiendo la comunicación con la parte sana que comprende y reconoce que puedes confiar, que puedes sentirte en seguridad y control.
Si quieres como Cristina comprender a fondo cuáles son las reglas del juego, pásate por mis sistemas aquí.
Un abrazo,
– Rocío