Nueva serie.
Vecindad aparentemente idílica.
El protagonista, un médico, tiene buenas relaciones con todos, algunos son amigos. Barbacoas, reuniones, lo típico…
Hija secuestrada.
Empieza a sospechar hasta de su sombra.
Recuerda detalles, ata cabos, ve actitudes extrañas donde antes veía amabilidad.
Se ha activado el filtro de la desconfianza.
Ni la policía parece limpia.
Finalmente, nada es lo que parece y halla una explicación que ni había imaginado.
Recupera su vida tranquila.
Me recuerda a este cuento chino:
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Observó la manera de caminar del muchacho: exactamente como un ladrón.
Observó la expresión del joven: como la de un ladrón.
Observó también su forma de hablar: igual a la de un ladrón.
En fin, todos sus gestos y acciones lo denunciaban culpable del hurto.
Y después, cuando volvió a ver al hijo de su vecino, todos los gestos y acciones del muchacho parecían muy diferentes de los de un ladrón.
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El filtro que mantenemos activo nos hace percibir la realidad con matices muy distintos.
Un detective, por ejemplo, lleva años entrenado el filtro de la sospecha y le es muy útil para su profesión.
Un médico puede que vea síntomas y patologías donde otro ni repara.
Un fotógrafo ve ángulos y planos donde otro ve personas, edificios y flores.
Y con esto quiero decir que existe el filtro de la calma.
Cuando lo activas, estás cambiando tu experiencia.
Puede empezar a detectar oportunidades de crecimiento en cada acción, lugares donde reposar en cada esquina, conversaciones de las que aprender con cualquier vecino.
Entrena ese filtro y estarás transformando tu percepción de la realidad.
Y ese es el reto.
Puede que lleves meses o años entrenando el filtro de la ansiedad. Es sólo un filtro, pero cuando estás dentro, parece la realidad. Es únicamente la versión filtrada de la realidad. Para salir de ella, entrénate con mis sistemas haciendo clic aquí
Un abrazo,
– Rocío