Hay cosas que son tan simples que no creemos que vayan a funcionar.
Hasta que las probamos.
Si situaciones como hablar en público, reunirte con tu jefe o examinarte, te generan estrés o ansiedad, lo que mejor que puedes hacer es darte permiso para tener esas sensaciones.
Sí, simplemente darte permiso.
Ni tratar de calmarte, ni respirar, ni invocar al líder que llevas dentro.
Reconocer tu estado.
¿Cómo?
Con dos palabras.
Te dices «estoy excitado».
(También funciona «emocionado»)
Puedes decírtelo internamente o compartirlo en alto. Con una sonrisa.
Validas lo que estás sintiendo y lo re-interpretas como una respuesta sana y adaptativa.
Si empiezas a decirte «estoy bien, estoy calmado, estoy tranquilo» (es lo que solemos hacer o lo que creemos que tenemos que hacer), tu cerebro te va a responder:
«¿Quéee? ¿Pero qué me estás contando?».
Es inútil y contraproducente decirte que estás calmado cuando estás nervioso.
Así de simple.
Sobretodo si te lo dices con un tono de voz interno ansioso (porque así es cómo seguramente te lo digas).
Tu cerebro simpatiza con la congruencia entre lo que sientes y piensas o te dices. Lo importante es que eso que sientes sea reinterpretado como algo positivo.
En momentos de estrés o ansiedad, contarle a tu cerebro que estás sintiendo entusiasmo es mucho más creíble que contarle que estás sintiendo calma. Y eso es lo que acaba generando la calma como consecuencia.
«Estoy excitado».
En mis sistemas te cuento este y otros trucos y atajos para que tu cerebro y mente actúen a tu favor.
Acuérdate de mi en directo 😉
Un abrazo,
Rocío Lacasa