La ansiedad es jodida.
Siento si este lenguaje te incomoda, pero hago uso de él para remarcar la crudeza del asunto.
Quien diga lo contrario es que no la ha vivido.
El otro día un cliente me decía:
«¿Sabes? Para mi, lo peor de la ansiedad es que no sangra, que no tengo nada roto. Mi familia y amigos no tienen ni idea de lo mal que puedo llegar a sentirme.»
La ansiedad no se radiografía ni se mide en analíticas objetivas.
Y eso crea confusión en los otros.
Los familiares no saben cómo tienen que actuar.
«¿Le estaré dando demasiada caña?», se preguntan.
«¿Debería ser más comprensivo o al contrario, ayudarle a no quejarse tanto?»
Es desesperante para ti y para el resto.
Muchas personas me han llegado a decir que ojalá les descubrieran un diagnóstico, por muy grave que fuera, que explicara los síntomas.
Qué duro es…
STOP STOP STOP
Baja el volumen de los violines de la tragedia.
Sube las luces que estaban en penumbra.
RE-SE-TE-O
Pongamos música de fiesta de primavera.
Basta por hoy de lamentaciones.
Cambio de chip.
Rebobina hacia delante hasta posicionarte donde quieres estar.
De verdad, si miles de personas, y repito, miles de personas, han podido superar su ansiedad, tú también puedes.
Estás a punto de hacerlo.
Si estás aquí, leyendo esto, no es casual.
Este correo representa tu camino de recuperación. Tú has llegado hasta aquí, buscando soluciones, y eso nos está garantizando una parte importante del éxito.
Estás con unas cartas en tus manos, juégalas bien.
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Un saludo,
Rocío Lacasa