Un poco pesado, pero tiene algo que me encanta.
TIRAR.
Deshacerme de cosas que no necesito (ni nunca necesité).
Es un ritual liberador.
Oye, no es fácil.
Está el bolso que te regaló aquel novio, el pijama que te recuerda a la universidad, el cable que dices «no sé de qué pero por si acaso».
Acumulamos sin darnos cuenta.
Igual que con nuestras creencias y experiencias.
Tenemos un auténtico Síndrome de Diógenes mental.
En el camino hacia la calma liberadora, más que instaurar nuevas creencias, se trata de dejar ir viejas.
Soltar mentiras que nos contaron.
Menos es más.
Al principio puede costar porque hay creencias que aunque tóxicas, nos daban cierta seguridad. Eran una guía para comprender y tratar de controlar-predecir la realidad. A veces preferimos tener certeza que razón.
«Piensa mal y acertarás».
Fuera. A la papelera.
«Más vale malo conocido que bueno por conocer».
Fuera. A la papelera.
«De tal palo, tal astilla.»
Fuera. A la papelera.
«Quien bien te quiere, te hará llorar.»
Fuera. A la papelera.
A medida que avanzas en tu transformación, va emergiendo la claridad mental. Aparece gracias a ir soltando viejos hábitos mentales que ocupaban demasiado espacio en tu disco duro.
No necesitas hacer un esfuerzo mental consciente para que suceda, las nuevas experiencias traen nuevas creencias.
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