Crea situaciones realmente incómodas.
«Honestidad radical», explica a los recién llegados.
Se le ve encantado.
Probablemente porque a él los demás le siguen mintiendo…
¿Pero qué pasaría si todos empezáramos a decir lo que pensamos en todo momento?
Quizás se acabaría el mundo.
Más allá de especulaciones, la mentira más dañina suele ser la que nos contamos a nosotros mismos.
Nos mentimos continuamente, por dos motivos:
– no estamos preparados para afrontar la «verdad», entonces surgen los mecanismos de defensa, como la sublimación o la negación,
– no nos damos cuenta de esa verdad, hay veces que no sabes ni lo que sientes, posiblemente por represión.
Entonces la ansiedad juega ahí un papel importante.
Te cuenta lo que la mentira esconde.
Te avisa de que hagas un repasito interno.
Por ejemplo, las personas con pensamientos repetitivos de querer hacer daño a alguien o a si mismos. Con pánico a perder el control y agredir.
Obviamente, no quieren hacerlo (si no, lo harían, sin pensar tanto).
Ni van a hacerlo.
La forma de tratar esos pensamientos es no hacer caso a su contenido.
Pero sí a su continente.
Hay que tomarlos como un síntoma más, exactamente igual que un mareo o una taquicardia.
Ese pensamiento tan horrible es la representación de la ansiedad a nivel mental.
No quieren decir más que eso: que hay ansiedad, que hay tensión.
Y eso nos lleva a querer comprender por qué hay tensión. ¿Por qué aparecen en este momento? ¿Qué está reprimiendo la persona?
En estos casos es habitual que la persona tenga agresividad reprimida, contenida. Dándose cuenta, conectando con ese núcleo duro, podrá reestructurar, soltar, aliviar, y sanar.
Podemos agradecer al pensamiento por hacer de guía. No nos quedamos en un control asfixiante de los pensamientos, queriendo echarlos a patadas. Porque es como dar patadas al aire. Simplemente, no funciona.
Si quieres conocer el mapa que brinda la ansiedad para empezar a deshacer los nudos del malentendido, visítame haciendo clic aquí
Abrazos,
– Rocío