A un suscriptor de YouTube no le gustó lo que conté ayer sobre confiar en la recuperación.
«Qué palabras tan conmovedoras….», comentó en un tono irónico. O eso capté.
No me sorprendió.
Venía a decir, «sí muy bonito, pero tú no sabes lo que es llevar sufriendo años, guapa».
No, no lo sé.
Pero créeme que lo entiendo.
Soy la primera que vomito arcoiris cuando leo o escucho frases positivas de motivación barata.
Esas frases pueden ser frustrantes.
Cuando uno lleva meses o años despertando cada día con dolor en el cuerpo y oscuridad en la mente, habiendo luchado, habiendo probado terapias, medicamentos y lecturas, resulta difícil creer que otro estado es posible y duradero.
De hecho, cuando uno está al rojo vivo, en plena tormenta mental, parece que no caben pensamientos de esperanza.
Si vienen de fuera, no tienen credibilidad. Si vienen de dentro, menos aún.
Hay personas que tontean con la idea de quitarse la vida por la ansiedad.
Y vengo yo y les sugiero que sea «su aliada».
Venga ya.
Pues te aseguro que hay espacio para creer.
Puedes trucar tu mente para confiar y creer.
Hay momentos en los que algo dentro de ti sabe que puede cambiar.
Que merece cambiar.
Que le pertenece cambiar.
Son esos momentos de claridad los que hay que potenciar y aprender a generar.
La calma es tu estado natural y eso tu cuerpo lo sabe.
Para ti es mucho más difícil crear estrés que crear calma.
Ayer viendo la película El Vengador me gustó una escena. Un hombre con obesidad se sentía desesperado por no estar adelgazando.
Cuando te sobran 60 kilos, visualizarte en la meta final es complicado. Sabes que no es de un día para otro. Empiezas la dieta un lunes, te cuesta mucho esfuerzo, te pesas el martes y la báscula marca incluso más que el día anterior.
Pufffff…..
«Progreso, no perfección», le decía su amigo, Denzel Washington.
Mira, todos estos mecanismos y aparentes obstáculos no son nuevos, ni para ti ni para mi.
Pero juntos podemos hacer que se conviertan en impulsores de tu salud natural. Te cuento cómo hacerlo paso a paso en mis sistemas haciendo clic aquí
Un abrazo,
– Rocío