Me auto-reto.
La semana que viene en mis emails no voy a mencionar la palabra ansiedad.
Te propongo que tú tampoco hables de ella.
Y ya con eso de llamarlo «ella» nos damos cuenta de que la estamos cosificando, como si fuera una piedra que extirpar o un bicho que aniquilar.
Cuando sólo son sensaciones.
Y pensamientos.
Procesos.
Que vienen y se van.
Energía que se transforma.
Hoy podría decir que tengo «ansiedad».
Pero sólo estoy cansada.
Si estuviera en el marco de «persona con ansiedad» la habría etiquetado sin duda como ansiedad.
Los síntomas son iguales.
Estaba en una cena, deseando irme, no me salían las palabras con fluidez, no entendía bien lo que me contaban…
Si hubiera puesto la etiqueta «ansiedad», habría empezado a alimentarla, y habría convertido un simple cansancio en ansiedad.
Muchas personas me escriben contándome que cuando se relajan, cuando quedan con alguien o cuando van a hablar en público, sienten ansiedad.
Y puede que una persona «sin ansiedad» estuviera sintiendo exactamente lo mismo.
Pero no están alerta por si es ansiedad.
Otros me dicen que cuando consiguen sentirse en calma, no pueden disfrutarla porque «buscan» la ansiedad.
Muchos se despiertan chequeando,
«¿Tengo ansiedad?»
Y se acuestan igual.
Incluso cuando no «la tienen».
Qué saturación.
Vamos a cambiar unos días el marco, y observar qué pasa, ¿ok?
En vez de buscar la ansiedad, vamos a encontrar la calma.
Y que la calma sea calma, no un descanso de la ansiedad.
Me voy a dormir.
Un abrazo,
– Rocío
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